El famoso “Quemador” 

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Ismael Garza Flores es una leyenda que marcó la historia de la entonces Policía Judicial del Estado    

  *Exguardia del exgobernador Enrique Cárdenas González, perteneció a la extinta judicial del estado. 

Redacción Periódico El Norteño 

Su niñez  fue muy  azarosa,  pero con el tiempo, su nombre,  Ismael Garza Flores, se convirtió en una leyenda, “El Quemador”. 
Y es que su baja estatura y corpulencia lo hicieron enfrentarse a retos que los otros menores los veían simple. 
   Originario de Burgos Tamaulipas, allá en la colonia Tamatán, ya en ciudad Victoria,  su destreza por matar gusanos quemadores le ganó su apodo. 
    Más  tarde, superados sus temores, se impuso a una vida agitada, sin educación que lo respaldara, decidió uno de los oficios  que en la época de finales de los 60 y los 70 era una moda, Policía Judicial del Estado (PJE). 
   Ismael, “El Quemador”, conservó su apodo porque como agente,  era muy preciso al realizar sus labores, como agente judicial. 
   Y es que entre los muchos relatos que corren por el centro del estado, “El quemador”,  era un hombre que arrestaba a  los “bandidos”, con mucha precisión.  
    Carlos y José,  los cantantes de música norteña,  lo inmortalizaron en su corrido, pero por su último hecho, matar a 2 de sus compañeros, en la misma estación de la PJE.  
   “Cuídate que El Quemador ya viene por el camino,  viene buscándome a mí y a ti también Marcelino”. 
    Le dice Enrique Sámano a su compañero, Marcelino Mendoza…en el corrido, luego se desató una balacera, de la que no se saben aun los motivos reales.  

     “El Quemador”, se distinguió como agente de la PJE, que fue asignado como guardia del entonces gobernador del estado, Enrique Cárdenas González, a quien le recomendó siempre estar armado, era su pistolero favorito. 
  De hecho se dice que “El Quemador”, realizó varios  “trabajos sucios” encomendados por el gobernador, contra líderes universitarios.  
   Allí estuvo muchos años hasta que en una tarde, del mes de noviembre, en los setenta, descubrió que sus propios compañeros lo habían traicionado. 

    “El Quemador” dejó sus funciones  a un lado como guardia, llegó a su casa y del ropero sacó sus 2 armas: un  revolver  38 y su pistola de cargo, una 45. Las cargó y enfurecido, se enfiló a la  estación de policía,  iba tan determinado que ese hecho los distinguió en la historia y en el corrido de Carlos y José: 
“Como sonaron balazos entre puros judiciales…cuando llegó El Quemador, se oyeron muchos disparos, luego salió como un rayo y en la jefatura  encontraron a Enrique Sámano Ruiz y a Marcelino tirados”, según dice el corrido.    
    Después de los hechos “El Quemador salió de la Policía Judicial del Estado y huyó a su rancho en Padilla, donde armado se refugió, porque esperaba el desenlace. 

 
Armado hasta los dientes, ya estaba esperando a sus compañeros judiciales. 
   Ante los hechos, se liberó una orden de aprehensión por haber asesinado a 2 de sus compañeros judiciales. 
   Un grupo de judiciales llegó hasta el rancho de El Quemador,  se identificaban como el comando de la muerte, por no iban a arrestarlo, sino a matarlo. 
   “Entréguese comandante, entréguese…” le gritaban a El Quemador, pero la respuesta fue una ráfaga de disparos, de  su 38, que fue repelada por los agentes.  
    La orden era precisa, no lo querían vivo, por todo lo que sabía, por eso desataron una balacera que para ese pueblo de Padilla fue memorable, todavía la recuerdan. 
     Desde mil 979, sus restos están en el panteón del  Cero Morelos, allá en la capital  del estado irónicamente muy cerca de sus excompañeros judiciales, Enrique Sámano Ruíz y de Marcelino Mendoza a quienes mató.  
    “Compañeros  judiciales, ya tengo muchos delitos, vengan a matar a un hombre, para que vuelvan con honor…después de muchos disparos, un cuerpo cayó con honor…con su pistola en la mano en medio de una labor, murió Ismael Garza Flores, el temible “Quemador”, así remata el corrido.