OPTIMUS

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Jorge A. Pérez González

Bucéfalo

Hoy quiero compartir con los lectores la bella historia del encuentro entre Alejandro Magno y un hermoso caballo negro azabache, con el que logró construir un imperio de más de veinte millones de kilómetros cuadrados.
Alejandro fue el hijo primogénito del rey de Macedonia, Filipo II, el creador de la famosa “falange macedónica”, que revolucionó el arte de la guerra y el que logró unificar las ciudades-estado de Grecia, menos a Esparta.
Quien posteriormente seria conocido como “El Magno”, nació en el año 356 A. C. y tuvo como profesor de estudios al gran Aristóteles. A los dieciséis años, Alejandro peleaba en el frente de batalla como un experto y hacía de “regente” en ausencia de su padre. Dos años más tarde era el jefe de la caballería. A los veinte años de edad subió al trono y fue rey hasta su muerte, acaecida trece años más tarde.
Según la leyenda, fue en sus tiempos de jefe de la caballería cuando pidió a su padre que le proporcionase caballos de Tesalia, por ser estos los considerados en su tiempo como los mejores del mundo para la guerra.
Plutarco, en “Vidas paralelas: Alejandro y Cesar”, nos cuenta que el encuentro se produjo de la siguiente manera: “Trajo un Tesalino llamado Filónico un caballo negro para venderlo a Filipo en trece talentos, y habiendo bajado a un escampado para probarlo pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos.
Desagradóle a Filipo y dio orden de que se lo llevaran por ser fiera e indócil; pero Alejandro que se hallaba presente dijo:
-¡Que caballo nos perdemos! ¡Y todo por no tener conocimientos ni resolución para manejarlo!
A lo que replicó Filipo, algo molesto por la suficiencia de su hijo:
-¿Acaso tú lo manejarías mejor que estos que tienen más años y más experiencia que tú?
-Por supuesto que sí; a este ya se ve que lo manejaré mejor que nadie- respondió Alejandro.
-¿y cuál ha de ser la pena de tu temeridad- preguntó Filipo- si no lo consigues?
-¡Por Zeus – exclamó el joven-, pagaré el precio del caballo!
Echáronse a reír y convenidos en la cantidad, marchó al punto donde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba.
Pásole después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad.
Tiró un poco al principio del freno y sin castigarle y aún tocarle, le hizo estarse quieto. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones.
Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dio la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación.
Más del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó le dijo:
-¿Hijo mío, busca un reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes!”
El resto nos lo enseñaron en la escuela, Alejandro salió de Grecia para construir el imperio más grande de la antigüedad, es considerado el general más exitoso de la historia, jamás perdió una batalla, también se le consideró el hombre de estado más genial de su tiempo.
Alejandro Magno realizó su tarea siempre a lomo de un caballo negro azabache, que tenía una estrella blanca en la frente con forma de cabeza de buey, que siempre llamó la atención por su belleza, rapidez, poderío y rebeldía, se llamaba: BUCÉFALO.
Jorge Alberto Pérez González
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