Por: Jorge A. Pérez González
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Sábado 07 de febrero 2021
Han matado muchos
La tristeza que embarga a Tamaulipas ya ni siquiera se siente, solo se ve a lo lejos el estigma que ha acompañado siempre a estas tierras tan productivas, pero que por cuestiones de seguridad siempre han visto manchada su hoja curricular.
La historia no ha sido buena, es como una loza que hay que cargar y que por más esfuerzos que se hacen, permanece visible a los ojos de todos los que no aman a este estado.
Mucho se perdió cuando los gobiernos en turno comenzaron a responsabilizar de todo lo malos a los grupos delincuenciales, esto no es de ahora, tiene ya muchos años haciéndose, que lo único que provocó fue que quienes deberían de cuidarnos, se convirtieron poco a poco en los opresores de la sociedad.
El problema ha escalado tanto, que ya se confunden los carteles con los policías de negro, pues en sadismo e insensibilidad son muy parecidos, lo único que los diferencia es las medidas precautorias que toman para gozar de la impunidad. Unos reparten billetes, otros recogen casquillos.
El problema sin duda es de corrupción, ese flagelo que azota al país y que por más esfuerzo que se hace no se logra controlar, serán tal vez siglos los que pasen hasta que se pierda la naturaleza que permite que unos sean más poderosos que otros.
Y aunque la vida continua, hoy es más que evidente que la policía estatal no está para protegernos, sino más bien para incriminar a una sociedad que lamentablemente sigue pasiva ante los abusos y que no hace nada más que quejarse soterradamente, pues en otros países y en otros estados, ya se hubieran levantado cuando menos a protestar.
Lo que sucedió en Bavispe Sonora, desencadenó protestas internacionales, allá las víctimas fueron de nacionalidad estadounidense y se apellidaban Le Barón, mientras días después un hecho similar en una ranchería de Reynosa, jóvenes y adultos mayores recibieron un trato similar y el tiempo borró de la memoria colectiva el hecho. Algo lamentable que no cabe en mi cabeza que suceda.
La muerte del Ingeniero de Rio Bravo, que sufrió lo mismo por un error policiaco, jamás se ha esclarecido, fue una confusión, así lo explicaron y todos se olvidaron del incidente.
Los familiares de todas las víctimas tienen miedo de expresar sus sentimientos porque en ocasiones las represalias de quienes representan la ley son terribles y no hay quien investigue los abusos.
Se tapan unos a otros y nadie entiende lo que está sucediendo pues tienen los asesinos defensores de oficio en las redes sociales y seguramente algo hicieron, las víctimas, para merecer su destino.
En Matamoros un joven trabajador que acudía a su fuente de empleo, fue asesinado sin miramientos con una bala en el ojo, algunos dijeron que fue confundido con un delincuente que seguía el convoy de policías, otros, que se dedicaba al menudeo de drogas, aunque la verdad fuera otra, daba clases de danza a los “Matlachines” de una iglesia en su tiempo libre, pero cuando el sacerdote de la misma se atrevió a cuestionar ante los medios si los policías venían a cuidarnos o a matarnos, solo pasaron dos días para que en el atrio de su iglesia fuera asesinado a puñaladas.
La familia del joven trabajador y los altos jerarcas locales de la iglesia, siguen callados sin solicitar justicia pues temen ser los siguientes en la lista de ejecuciones por encargo.
El poder es supremo, pasa por encima de la ley de Dios y de la de las autoridades de justicia, tal vez es tiempo de revisar las jerarquías en las instituciones policiacas.
De nada sirve exhibir las ordenes de aprehensión de los policías estatales, pues la justicia no llega para los migrantes de Guatemala, como tampoco llega para los connacionales que han desaparecido a manos de la ley, aunque siempre digan que fueron otros los asesinos.
En Tamaulipas la “cuota” no la maneja la “maña”, la manejan cuerpos policiacos dirigidos por jerarcas ambiciosos que no tienen sentimientos, ojalá se alce la voz, porque ya HAN MATADO MUCHOS.
Jorge Alberto Pérez González