Aquellos años, cuando el Piedras Negras, escupía plomo

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Staff Periódico El Norteño, (esta nota se escribió, hace más de 30 años por nuestro director)

H. Matamoros, Tamaulipas.- Corría el año de 1968, en el interior del restaurante Piedras Negras, ubicado en la calle sexta entre Abasolo y González, se daban los hechos y corría la sangre.
En ese lugar, se agarraron a balazos Paulo Garza Canales y Servando Treviño Alanís, resultando muertoManuel Garza Villarreal, quién se atravesó en medio del fuego cruzado y quien recibió varios impactos de bala en su humanidad, quitándole la vida al instante.

LA PRIMER MUERTE

El agente del Ministerio Público de aquel entonces, ordenó una inspección ocular con carácter de reconstrucción de hechos, la cual se realizó el 27 de agosto de 1968, en el mencionado Piedras Negras.
En la diligencia participaron; un policía preventivo y el mesero del lugar, quienes hicieron las veces de TreviñoAlanís y de Pablo Garza, en tanto que el fotógrafo Manuel Marcial Cortés y el prestigiado periodista policiaco Pedro Álvarez, suplieron a Garza Villarreal y a Lázaro Zepeda García.
En la inspección se usaron las mismas dos pistolas que dispararon Treviño Alanís sobre Paulo Garza y éste sobre su protagonista.
La reconstrucción de los hechos fundada en las explicaciones que dio el testigo y el cantinero del negocio donde se dieron las escenas del zafarrancho sangriento.
José Guadalupe Cortés reveló que Manuel Garza y Lázaro Cepeda trataban de detener a Treviño Alanís, para que no disparará sobre Pablo.
Como los balazos los recibió Garza Villarreal por la espalda, se presumía que fueron de la pistola de Pablo, además Servando con el mismo brazo derecho donde traía la pistola hizo a un lado a Lázaro, para disparar sobre su rival que se había desprendido de la barra y colocado detrás de frente de su rival y de espalda a la puerta a menos de un metro de esta.
El fiscal se basó en la versión del testigo para hacer la reconstrucción de hechos, narró que él no supo en qué momento Manuel Garza Villarreal estuvo en la línea de fuego cruzado, se supone además que trató de detener a Servando porque cayó junto a éste y más lejos de Pablo Garza.
Pablo Garza Canales declaró que actuó en defensa, resultando además herido, porque Treviño Alanís le disparó, por lo que hizo uso de su revólver para defenderse.
Puntualizó que cuando hizo el primer disparo y había recibido dos balazos dice que cree que fue Treviño Alanís el que mató Manuel Garza Villarreal e hirió a Lázaro Cepeda.

NOMAS SONABAN LAS 45

Dijo que dos individuos que acompañaban a Treviño Alanís, andaban armados Y qué cree que alguno de ellos disparó y mató a Garza Villarreal e hirió a Lázaro, a uno de ellos le apodaban “El Parchado” y al otro le apodaban “El Güero”.
Pablo Garza recalcó ante el fiscal que todo nació en el mismo Piedras Negras, porque él, le invitó una copa a Servando y éste la rechazó con insultos, al tiempo que decía que hoy mismo iban a arreglar cuentas y levantándose del banco donde estaba sentado junto a la barra de la cantina avanzó hacia él, sacando la pistola.
Fue entonces cuando Lázaro lo quiso detener, pero lo hizo a un lado, pero entonces Pablo ya había avanzado hacia la puerta, pero dando el frente a su rival, la versión del homicida Pablo Garza en el sentido de que fue agredido es confirmada por las declaraciones de todos los testigos presenciales de los hechos.
El propio cantinero José Guadalupe Cortés, es el que más datos aportó dijo que cuando Pablo hizo el primer disparo, tal vez ya había sido herido, por qué lo vio que se llevó la mano izquierda al estómago, a la vez que hacía un gesto de dolor ,agachaba sobre él el hombro izquierdo, la cabeza como cerrando los ojos, así en esa posición rápidamente vació la carga de su pistola sin hacer pausas.

TODOS LOS TESTIGOS QUEDARON LIBRES

El Agente del Ministerio Público investigador licenciado González Solís puso en libertad a 7 personas que mantenía detenidas, desde el domingo 27 de agosto de 1968, día en que sucedieron los hechos sangrientos.
Los testigos libertados fueron: José Guadalupe Cortés, Rosales Ezequiel Méndez, Ramón Flores García, Fernando Gárate Gutiérrez, Rafael Hernández García, Manuel de la Hoz de la Fuente, Rufino Salinas Rodríguez y uno de los acompañantes de Pablo Garza, Oscar Cisneros Yáñez.

LA SEGUNDA Y TERCER MUERTE

Individuos que desde un carro en marcha acribillaron a balazos a Saúl Hernández Rivera y a Enrique Morlett, en hechos de la madrugada del 27 de enero de 1987, en las en las calles Sexta entre Abasolo y González.

Los hechos sangrientos se consumaron en las afueras del restaurante Piedras Negras, las personas que fueron asesinadas a tiros de armas de alto poder, se llamaban en vida Saúl Hernández Rivera y el capitalino llamado Enrique Morlett.
Los comandantes de la policía uniformada y judicial del Estado Isidro Garza y Sergio González, dieron a conocer que de acuerdo con los primeros datos levantados en el lugar de los hechos, Saúl Hernández y Morlett habían llegado a las afueras del Piedras Negras y tocaban para que les abrieran.
Los citados informantes dijeron además que en eso pasó un auto color gris Grand Marquis y desde arriba varios sujetos en el que viajaban les abrieron fuego presumiblemente con metralletas, los malhechores asesinos se dieron a la fuga rumbo a la Colonia Jardín.
Saúl Hernández y Morlett cayeron heridos de muerte, los policías comisionados en la vigilancia del Teatro de la Reforma y Zona Peatonal al ver lo sucedido, solicitaron el auxilio de los compañeros y de la Cruz Verde.
Unos particulares condujeron al lesionado Saúl Hernández a la clínica Obregón y una ambulancia de la Cruz Verde llevó al hospital general a Morlett, este presentaba varios impactos en el cuerpo y falleció a las 12:30 horas minutos después de haber ingresado al mencionado Hospital General.
Posteriormente a eso de las 12:45 falleció Saúl Hernández en la clínica Obregón, sufrió la herida de bala en la ingle derecha, que le perforó el femoral, tenía profunda hemorragia.

FUERON CAZADOS HERNANDEZ Y MORLETT

Los criminales estaban esperando un descuido para asesinarlos, cazándolos con ráfagas de metralleta, tanto al excomandante de la dirección Federal de seguridad, Tomás Enrique Morlett, como a Saúl Hernández Rivera, acribillados en las afueras del salón Piedras Negras.
El agente del Ministerio Público de aquel entonces, licenciado Humberto Reyes Pérez y el director de seguridad pública, licenciado Javier Jorge Portes, así como el jefe de la Policía Judicial del Estado, Ricardo Zolezzi Cavazos, nunca dejaron las cosas bien claras.
Los testigos presenciales de los hechos, dijeron que los asesinos viajaban a bordo de un auto color Gran Marquis de reciente modelo, placas texanas.
Los dos únicos testigos de los mortales hechos sanguinarios, dijeron a las autoridades que la tarde del 27 habían ido al Aeropuerto Internacional a recoger a Tomás Enrique Morlett, quién vino del Distrito Federal, luego lo llevaron al rancho de su amigo Saúl Hernández y ahí estuvieron tomando toda la tarde y parte de la noche y ya avanzada la hora decidieron venir a cenar al Piedras Negras.
Viajaban los cuatro en un auto que estacionaron en la calle Sexta entre Abasolo y González, por dónde está ubicada la casa de cambio.
Llegaron a las puertas del Piedras Negras y se dieron cuenta que estaba cerrado dicho negocio y por ello decidieron retirarse de ahí, para ir a otra parte.
Dice René Munguía y Esteban García que ellos caminaban por la banqueta donde estaba el auto y que Tomás Enrique Morlett y Saúl Hernández Rivera caminaron por la calle, luego de repente pasó un auto color gris Grand Marquis, placas texanas, donde viajaban varios individuos desconocidos quienes abrieron fuego con metralleta e hirieron de muerte a Morlett y a Saúl.
René Munguía y Esteban García para salvar la vida se escondieron detrás de un auto estacionado y dejaron pasar algunos minutos y luego salieron de ahí y vieron tirado boca abajo a Morlett y Saúl Hernández Rivera les gritaba pidiéndoles que la auxiliarán, cosa que hicieron levantandolo de ahí y lo condujeron en el auto en el que andaba a la a la clínica Obregón, donde minutos después falleció.
A Enrique Morlett lo levantó una ambulancia de la Cruz Verde, pero al llegar al Hospital General murió.
El 28 Enero 1987 por la mañana en avión especial fue llevado a la capital del país el cuerpo de Tomás Enrique Morlett y ese mismo día, aquí enMatamoros, familiares y amigos le dieron cristiana sepultura en el panteón de Estación Ramírez a Saúl Hernández Rivera.

LA CUARTA MUERTE

En el panteón Los Tomates, hay una tumba que dice Segundo González Ochoa, murió el 28 de agosto de 1987.
El 28 de agosto de 1987 a las 9:15 horas, cuando cumplía con su deber fue asesinado a balazos, el agente de tránsito Segundo González Ochoa.
De tres balazos de pistola calibre 38 escuadra, en hechos que se suscitaron en la calle Sexta está entre Abasolo y González a unos cuantos metros del Piedras Negras.
Segundo González Ochoa quién contaba con más de 20 años de servicio como agente vial, fue herido de muerte, cuando se disponía a quitarle la placa a una camioneta tipo Bronco o Blazer, color crema que se encontraba mal estacionada, en doble fila por la calle Sexta, entre Abasolo y González, frente al café El Greco…
Cuando en ese momento apareció el individuo que según los testigos, salió del Piedras Negras, de aproximadamente 35 años de edad, tez blanca y pelo un poco rubio, intercambiando palabras con el hoy occiso, del porque lo infraccionada.
Segundo González supuestamente se levantó con el desarmador en la mano, con el que iba a quitar la placa y fue cuando el criminal le disparó en varias ocasiones, logrando darle tres impactos de bala en su humanidad.
El agente de tránsito una vez herido de muerte, con un proyectil que le entró en el costado izquierdo y le salió en el lado derecho, otro más en el hombro del mismo lado y otro balazo que le atravesó el antebrazo izquierdo, sin poder sacar su pistola calibre 45, donde traía seis tiros hábiles en el cargador y uno más en la recámara, alcanzó a caminar alrededor de 5 metros para ir a caer boca abajo en el filo de la banqueta frente al mismo café El Greco, dándose otro fuerte golpe en la boca.
Mientras que Segundo González agonizaba en medio de un charco de sangre, el cobarde asesino se dio a la fuga en la mencionada camioneta, por la calle Sexta rumbo al norte y muy cerca lo seguía una patrulla tripulada por los agentes Alberto Reina y Florentino Gracia, quienes quizá por el temor también de ser muertos, por dicho gatillero o bien después de tener represalias sólo se mantuvieron a distancia, en su parte policiaco informaron que se les perdió de vista.

NADIE VIO, NI ESCUCHO NADA

Fue a las 9:15 horas aproximadamente cuando se presentaron los hechos, en un momento en el que había infinidad de personas caminando por la banqueta y otros conduciendo vehículos de fuerza motriz, los que presenciaron con claridad la acción del crimen.
Segundo González Ochoa fue herido de muerte y fue levantado por una ambulancia del Seguro Social que pasaba por ahí por casualidad y pese a que recibió atención médica inmediata en la clínica de dicha paraestatal, murió minutos después de haber ingresado.
Los hechos se presentaron a no más de 80 metros de la Presidencia Municipal, donde se encontraban infinidad de policías preventivos cobrando su quincena y al escuchar las detonaciones salieron a la calle y sólo se concretaron a ver de dónde provenían los disparos.
Otra patrulla policiaca que se encontraba en ese momento en la calle Sexta y Morelos tripulada por Alberto Leyva Florentino, al escuchar las detonaciones se dirigieron al lugar de los hechos viendo al agente vial agonizando y siguieron tras la camioneta, pero según ellos no pudieron darle alcance.
Momento después intervino la Judicial del Estado al mando de Sergio González y detuvieron una camioneta similar cerca del puente nuevo con armas de fuego, pero resultó que eran turistas que iban de cacería.
Existieron infinidad de testigos, pero se negaron a dar información por lo que se deduce que el criminal es una persona conocida y evidentemente de suma peligrosidad según el parte policiaco.
Como en todos los asesinatos, los verdaderos criminales siguen en la impunidad.