El pastor Rubén Rubio Pérez, en el 2013, fue vejado y humillado por los militares
Alejandro Mares Berrones
Era la época del gobierno de Felipe Calderón, el Ejército Mexicano abandonó los cuarteles por órdenes presidenciales, para salir a las calles a combatir a la delincuencia organizada: narcos, huachicoleros, extorsionadores, secuestradores, tráficos de blancas…
En esas fechas, en Matamoros, Tamaulipas, a consecuencia de la presión que ejerció el Ejército Mexicano contra la delincuencia organizada, en nuestra ciudad se dispararon los secuestros, “los levantones”, las extorsiones, las baleceras; el enfrentamiento entre las fuerzas armadas y los sicarios, fue encarnizado y de manera frontal, los ejecutados quedaban tirados en las calles…
Muchos empresarios de buen vivir, fueron levantados, algunos pagaron el rescate y regresaron con vida con sus familias, otros no corrieron con tal suerte, los desaparecieron; los sobrevivientes huyeron hacia Estados Unidos, algunos de ellos vive en el Valle de Texas y son testigos mudos de esa guerra contra el narco que inició el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa.
Las Fuerzas Federales, principalmente el Ejército Mexicano, cosechó denuncias ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en nuestra ciudad, pues a diario cometía abusos y atropellos contra la ciudadanía, la principal causa es que confundía a la población civil, con gente de la delincuencia organizada o con huachicoleros.
Es el caso del pastor evangélico Rubén Rubio Pérez, quien el 13 de febrero de 2013, afuera de su domicilio, ubicado en Chihuahua número 14 entre Avenida Uniones y Gómez Palacios, de la Colonia Esperanza, al conducir una camioneta van, fue confundido por huachicolero por elementos del Ejército Mexicano, lo encañonaron a él, a su esposa e hijos, lo vejaron, lo humillaron y le pusieron el cañón de una arma en la cabeza…
El y su familia, venían de la Iglesia “Poder Pentecostés”, de la cual era pastor, ubicada en Río Tamesí número 23, de la colonia Las Fuentes, la Dodge Van extra larga que conducía,la usaba como medio de transporte para sus hermanos del templo, para el ir y venir de los feligreses.
Ese día en que los amenazaron, la calle de su casa y toda la colonia estaba oscura, cuando llegó a su hogar y antes de bajar de la van, es rodeado por elementos del Ejército que lo encañonaban a él y a su familia, lo bajaron a empujones, lo tiraron al suelo y le pusieron el cañón de un arma en la cabeza, a su esposa e hijos le apuntaban con las metralletas…
La impotencia y desesperación se apoderaron del espíritu y de la mente del pastor, que tirado en el suelo, observaba como trataban a sus hijos y a su esposa.
A fuerza, los elementos militares, quería que el pastor aceptara que en su vehículo se transportaba gasolina de la robada en los ductos de PEMEX, pero nunca aceptó sencillamente porque no era cierto…
Lo confundieron como huachicolero y que trabajaba para un delincuente de su colonia, que según ellos ya tenían identificado, esa fue la versión que le dijeron los militares, después de maltratarlo, humillarlo y amenazarlo.
Luego se supo, que más que una confusión, más bien fue una amenaza hacia su familia, pues su hermano, editor de una revista de la ciudad, en repetidas ocasiones sacó a la luz pública los abusos que las Fuerzas Armadas cometían hacia el personal civil.
El mensaje fue muy claro, al pastor los militares le dijeron, dile a tu hermano que le baje a las publicaciones en su revista y si nos denuncias, ya sabemos dónde vives, eres huachicolero y si no quieres que le pase algo malo a tu familia y a ti, más vale que le bajen a sus publicaciones, sino quieres que te desaparezcamos, que aparezcas muerto en alguna brecha.
A raíz de eso, el pastor, su esposa e hijos, cayeron en una depresión, a tal grado que tenían miedo salir al patio de su casa, se la pasaban encerrados en su hogar, con pánico, con miedo, con temor.
Al pastor, por el estrés y el pánico que sentía, le pasó lo que a Job, se llenó de sarna, ese malestar físico le brotó en todo su cuerpo, producto del temor y el miedo que sentía, pues recordaba a diario lo que los militares le había hecho, el daño psicológico parecía irreversible.
Estaba lleno de sarna, desde la cabeza hasta la planta de los pies, el daño psicológico se le agudizó con el malestar físico, todo ello le generó un temor a los convoy militares, con solo verlos empezaba a temblar de miedo, al grado que hasta lloraba, las balaceras le provocaban psicosis que en aquellas fechas eran cotidianas en nuestra ciudad.
El pastor Rubén Rubio Pérez, tuvo que abandonar su hogar, su iglesia, a sus papás, hermanos, familia, todo por lo que había luchado y construido en su Matamoros querido y huyó para poner a salvo su vida y la de su familia…
Lo último que supe del pastor, fue que se había refugiado en el Valle de Texas, le pregunté a los miembros de su familia, qué en que parte, pero nadie me dijo en que ciudad del Valle estaba, lo entendí, supuse que por precaución no lo decían.