La encuesta de EL FINANCIERO, y el 2024

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Agencias

A Morena le interesa que se siga confundiendo la popularidad ‘a toda prueba’ de López Obrador con la inevitabilidad del triunfo de su ‘corcholata’ en 2024.

De tiempo atrás, parte de la comentocracia profetiza que al Presidente todo se le enredará, y que por tanto perderá la elección de 2024. Otra parte de las plumas y micrófonos proclama que lo único seguro es que Morena renovará en la Presidencia. En medio de esa discusión llegó la encuesta de EL FINANCIERO de la semana pasada.
En los números publicados por Alejandro Moreno el 3 de febrero hay datos alarmantes sobre la marcha de la economía, la seguridad y la corrupción. Al mismo tiempo, y aunque perdió siete puntos con respecto a diciembre, la popularidad de Andrés Manuel López Obrador sigue fuerte: arranca su cuarto año de gobierno con 60 por ciento de aprobación.
Los números de EL FINANCIERO apuntan que podría haber una verdadera campaña en 2024, donde la/el candidato del gobierno sudará para explicar por qué no pudieron con el paquete, incluso a pesar del respaldo popular de López Obrador.
La encuesta muestra que, de un mes a otro, aquéllos que creen que AMLO maneja muy bien/bien la economía pasaron de 49 a 37 por ciento, una caída de 12 puntos sin parangón en el último semestre, donde llegaron a ser 54 por ciento quienes opinaban que este renglón iba muy bien/bien.
Cosa parecida ocurre con la inseguridad: en un mes bajaron de 40 a 29 puntos porcentuales quienes tienen opinión positiva. Se trata, de nuevo, del descenso más pronunciado y el número más negativo desde julio.
En corrupción no se dio una bajada dramática, pero es un terreno donde la labor del Presidente no repunta.
A Morena le interesa que se siga confundiendo la popularidad ‘a toda prueba’ de López Obrador con la inevitabilidad del triunfo de su ‘corcholata’ en 2024.
Es obvio que quieran eso, porque si la campaña de ese año se convirtiera no en una ratificación del proyecto de AMLO, sino en una evaluación de su gobierno, no hay cómo el partido en el poder salga bien librado.
No minimizo ni paso por alto que el triunfo electoral estará basado, también, en eso llamado la fuerza de movilización de los partidos: en este rubro Morena, sin duda, contará con los gobernadores de su color –y con los que teniendo otro color busquen chamba diplomática– y con el propio Presidente, que no ha dejado de hacer campaña desde 2018.
Pero de seguir las cosas como van, al llegar la temporada electoral las familias mexicanas vivirán peores efectos de una economía estancada, que difícilmente se recuperará este año ni los siguientes, y menos aún mientras López Obrador siga afanado en no construir opciones realistas para detonar la inversión privada.
A lo anterior hay que sumar que mientras el gobierno federal habla de un descenso de 3 por ciento en los homicidios dolosos, estos siguen siendo 1) intolerablemente altos, 2) muy visibles mediáticamente –reguerío de cuerpos en Zacatecas de hace unos días, por ejemplo–, y 3) muy dolorosos porque siguen muriendo, impunemente, mujeres, jóvenes, activistas, inocentes, etcétera. Así que tampoco en ese tópico el gobierno cerrará bien el sexenio.
Y en lo de la corrupción, las explicaciones del gobierno ante cada escándalo no pasan la prueba de la risa.
Con lo anterior a cuestas, de aquí al final del sexenio el gobierno presumirá un aeropuerto –por meses sin adecuadas vías de acceso–, pedazos de un tren y una refinería que, aunque funcione, no hará diferencia ni en abasto ni en precio de gasolina.
¿Eso quiere decir que ya perdió el Presidente? No. AMLO empeñará todo en ganar. Pero tendrá los números de sus resultados en contra. No es poca cosa.