La Libertad de Expresión y el costo por conservarla

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EN PARTIDA DOBLE

Alejandro Mares Berrones

Inicié como aprendiz de periodista allá por el año 1992, cuando fui estudiante del Tecnológico de Matamoros, allí hice mis primeros “pininos”, al lado de un nutrido grupo de amigos, hacíamos un periódico al que le llamamos La Voz Estudiantil.
Desde aquel entonces definí mi forma de vivir y es que el periodismo para mí no solo es el oficio más hermoso del mundo, como lo dijo Gabriel García Márquez; es para mí una forma de vida, por eso decidí ser periodista, independiente y crítico, de línea dura, sin tapujos.
Al principio fuimos como 25 compañeros, pero para la tercera edición de ese periodiquito, solo quedamos 10; para la quinta publicación solo quedamos 6 y así nos mantuvimos hasta concluir nuestras carreras…
Quedamos tan pocos, porque en el primer “juntón” que nos dieron, que fue por criticar a un profesor, el que solo llegaba al salón y lo único que hacía era contar chistes y decir refranes y por eso nos expulsaron, fue así que de 25 que fuimos solo quedaron 10…
En la segunda expulsión fue porque según la sociedad de alumnos, que en aquel entonces estaba compuesta por porros, se quejaron en la dirección del plantel, porque según ellos estábamos usando el nombre del Tecnológico, pero la verdad fue que nos quisieron poner a cuota y como no aceptamos, esa fue la causa por la que nos volvieron a correr, aquí quedamos 6…
Luego en la tercera expulsión, esa estuvo más gruesa, pues criticamos al entonces alcalde Tomás Yarrington Ruvalcaba, ex gobernador corrupto y narco de Tamaulipas, hoy huésped distinguido de la cárcel Carrizales de Olmito Texas, al que tuve el placer de irlo a ver a la Corte, encadenado y ser tratado como a un perro.
Hicimos una publicación de una calle destrozada y eso hizo enojar al director del plantel de apellidos Alonso Banda y al presidente de la Sociedad de Alumnos, Francisco “Pancho” Sánchez, sobrino de Yarrington, quienes se amafiaron para expulsarnos, así que nos las vimos negras…
Mis amigos Juan Chávez, quien tiene hoy en la actualidad un negocio de partes eléctricas en la Primera y Vizcaya; mi amigo Rubén Rubio Pérez, quien hoy vive en los Estados Unidos y es Pastor Evangélico, mi amigo Oscar Delgadillo, quien es funcionario de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público…
Mi amigo Mauro de la Fuente, quien en aquel entonces estudiaba en el Tecnológico Electrónica, y posteriormente se fue a Monterrey a estudiar Ciencias de la Comunicación y hoy es corresponsal del periódico El Norte y una compañera que se llama Deysi, no recuerdo sus apellidos, pero se fue a Tampico, porque sus padres se cambiaron para aquella ciudad, pero era muy bragada la mujer, nunca se rajó.
Al final solo quedamos 4, Oscar, Rubén, Juan y su servidor; nunca nos pudieron expulsar porque no existían elementos para ello, todos fuimos buenos estudiantes, no teníamos materias reprobadas, nuestro único delito fue practicar la libertad de expresión a través de un medio impreso, el cual lo imprimíamos en San Benito, Texas y quienes nos diseñaban en aquella época fueron los periodistas José Luis Castillo Sandoval y José Luis Reyes Silva…
Recuerdo que en cada intento de expulsión, nos citaban a la sala de juntas de la Dirección del Tecnológico, estaba el corrupto director Alonso Banda, que fue acusado ante la PGR por fraude a la nación por el periodista Jesús Izaguirre, que en algún tiempo trabajó en el periódico El Bravo.
A Izaguirre lo habían contratado para dar clases de Finanzas,  pero solo lo hizo por un semestre y después lo despidió, pero siguieron cobrando por él, solo que no sabían que era periodista y les descubrió el enjuague  y lo hizo público y hasta lo denunció penalmente ante el Ministerio Público Federal; por estos negros antecedentes al corrupto de Alonso Banda lo cambiaron de Tecnológico, lo protegieron.
En esa mesa larga, llena de personas, estaba siempre el director corrupto Alonso Banda y los subdirectores del plantel, los líderes sindicales, y los miembros de la sociedad de alumnos, listos para “cortarnos las cabezas” y para expulsarnos del plantel y del Sistema de Tecnológicos, pero entre todos ellos, había uno, que actúo siempre con justicia, el abogado Arizpe Rojas, que por mucho tiempo fue Juez Penal y asesor jurídico del Tecnológico…
El abogado Arispe Rojas, siempre les dijo que no existían elementos para expulsarnos del Tecnológico, a pesar de ello, el director del plantel el corrupto de Alonso Banda, como quiera nos corría, y en esta tercera expulsión fue más severo, nos quería fuera del Sistema Educativo de los Tecnológicos, es decir, que en ningún otro Instituto nos aceptarán para concluir nuestras carreras.
Nadie en Matamoros, nos querían defender, el licenciado Carlos Arturo Guerra Velasco y Julio Alberto Rubio Pérez, hoy respectivamente dueños de Contacto y Vertical, nos recomendaron al licenciado Alejandro Pérez “La Carabina”, quien a partir de allí se convirtió en mi padrino, hasta el día que falleció, que Dios lo tenga en su santo trono…
“Ese pinche director, esta pendejo, como cree que los va a correr por hacer un periódico, no te preocupes tocayo, lo vamos a denunciar y vas a ver sino le baja de huevos, se tiene que enseñar a respetar la libertad de expresión, es un derecho universal no solo constitucional, imagínate una ciudad sin semáforos, sería un desmadre, así pasa con un pueblo, donde no se respete la libertad de prensa y de pensamiento”, dijo La Carabina.
Después de esta expulsión, ya no vinieron otras, Alonso Banda, como dijo mi padrino Alejandro Pérez, “La Carabina”, le bajo, ya no nos molestó, sin embargo, los problemas siempre fueron cotidianos, los porros de la sociedad de alumnos, principalmente en el periodo de Pancho Sánchez, sobrino de Tomás Yarrington, en varias ocasiones me sacaron pistola y en algunas otras hasta intentaron golpearme; estábamos en clase y les quitaban el periódico a los compañeros que lo habían comprado e iban y nos lo quemaban en la puerta del salón y cosas así; cada que salía La Voz Estudiantil era bronca que se nos venía.
Desde aquella época me di cuenta que dedicarme a este hermoso oficio no iba hacer nada fácil, menos cuando se es crítico y no toleras las injusticias y los abusos y ahora que ejerzo la libertad de expresión en otro periódico El Norteño, las broncas son mayores y el riesgo es mucho más alto.

¡Qué nos pasa!

La realidad de nuestro México es de tristeza para practicar la libertad de pensamiento, de prensa, de opinión, los enemigos de la libertad de expresión ya no son porros, son políticos corruptos, que se cobijan con el manto de la delincuencia y su única forma de defensa es la de amenazar y difamar a los periodistas que les critican sus “enjuagues” y les descubren sus tranzas.
Matamoros, no escapa a esta situación, pero existe un costo que se paga, para defender la libertad de expresión, las amenazas de políticos corruptos y coludidos con el ogro de mil cabezas es la peor de ellas.
Se vive en la zozobra, los colegas periodistas solo observan como en algunas ocasiones seudo políticos atacan a sus compañeros, y no se meten hacer “esquina”, tienen miedo, me refiero a los de Matamoros, otros son más egoístas, “déjenlo solo, él se metió en eso, que él se defienda con sus propias uñas”; no se dan cuenta, que el día de mañana a ellos le va ocurrir lo mismo o algo peor.
“Qué nos pasa”, como decía Héctor Suárez, de que se trata, nadie defenderá la libertad de expresión, ¡nadie!, entonces, ¿los periodistas dónde están?, ¡tienen miedo!, todos tenemos miedo, pero la fiereza del león la adquiere del temor de su víctima, mientras más miedo le tengamos al león, este más agresivo se vuelve.
Cuál será el costo, por defender la libertad de expresión, no lo sé…
Nos vemos en la próxima y recuerden: ¡El lenguaje como legítima defensa!.