La reconstrucción de lo que sucedió el 26 de Junio de 1978, no es solo historia; es un legado bajo la obscuridad de silencios y secretos.
“La Noche Negra”
*Hay noches que no terminan con el amanecer. Noches que se incrustan en la memoria colectiva como cicatrices abiertas, imposibles de borrar. La Noche Negra es una de ellas.
*El 26 de junio de 1978, un pueblo -cansado, herido y furioso- se alzó en un acto de desesperación. Las llamas consumieron no solo las estructuras del Palacio Municipal, la Inspección de Policía, los Juzgados y la Cárcel, sino también la confianza en las instituciones que, se suponía debían proteger y servir. Aquella jornada dejó un saldo trágico de muertos y heridos que, hasta hoy, claman justicia desde el silencio de sus tumbas.
Alejandro Mares Berrones
Salvador “Chava” Barrios Barba, tenía 15 años edad, era solo un niño, medía poco menos de un metro 60 centímetros, su peso, inferior a los 50 kilos, de complexión muy débil, estudiante de la Secundaria Federal Número 4, vivía en la calle Abedul y Castaño, Número 103, de la colonia Mariano Matamoros.
El 19 de junio de 1978, se encontraba en la plaza de la colonia, con su amigo Odilón Juárez Serna, de 17 años; fumando un cigarro, cuando vieron a una patrulla de la policía preventiva y en broma se echaron a correr, hacia el fondo de una parcela, creyeron que ya se habían escapado, pero no fue así.
Esa broma, le costaría la vida a Salvador y a Odilón una golpiza; estimado y caro lector, lo invito a que viaje en el tiempo, se ubique en esa fecha y lea esta historia desgarradora, donde un pueblo entero, el de Matamoros, Tamaulipas, se levantó con sed de justicia, ante la indolencia y petulancia de un alcalde, que nunca los escuchó, por que respondía a otros intereses, menos a los de la ciudadanía.
Todo comenzó el lunes 19 de junio de 1978, eran las 11:30 am, Salvador y Odilón, estaban sentados en una banca de la plaza de la colonia Mariano y de repente observaron una patrulla, donde venían los preventivos Jesús Vargas Ruíz y Leonel Sepúlveda.
Los niños se echaron a correr, Vargas persiguió a Salvador y Sepúlveda a Odilón, no los podían alcanzar, entonces los policías sacaron sus armas y dispararon al aire; los muchachos se atemorizaron y fue así como les dieron alcance, los golpearon y los llevaron a la caseta policiaca donde los encerraron.
Salvador llegó muy golpeado, con fuertes dolores en el estómago, vomitaba sangre, el preventivo Vargas le había reventado los intestinos a puñetazos y puntapiés; Odilón también estaba herido, pero de menos gravedad.
Los encarcelaron en la Caseta de la Mariano, el oficial de radio Mario Rincón, les decía a sus compañeros, “ya no le peguen, ya déjenlo”, pero Vargas seguía pateando a Salvador.
Roberto Barrios y Graciela Barba, padres de Chava, se enteran por la tarde noche de ese día, que su hijo había sido detenido por los policías y que lo tenían en la caseta; lo fueron a ver y les suplicaban a los preventivos que lo dejaran en libertad para llevarlo al Seguro Social para atención médica, los elementos policiacos se negaron, solo les permitieron que llevaran a un boticario.
“Chava” se retorcía de dolor, vomitaba sangre, el boticario que lo revisó les dijo a los familiares y a los preventivos, que el muchacho estaba muy grave, que era urgente su atención médica.
En vez de darle el auxilio, allí lo tuvieron, y hasta las 12 de la noche lo pasaron a la prisión municipal, ubicada en la 21 y González, donde en la actualidad se encuentran los Juzgados Civiles, el Tribunal Laboral y las Salas de Juicios Orales.
Los patrulleros de la unidad 16, Elidio Montalvo y Adolfo de la Garza, fueron por Salvador y Odilón a la caseta y los trasladaron a la prisión municipal, “oímos que se quejaban, pero no hicimos caso, no nos dimos cuenta que iban golpeados”, fue lo que declararon.
En la madrugada del 20 de junio de 1978, Roberto Barrios, padre de Chava y su hermano Roberto Barrios Barba, acompañados en todo momento por su madre, Graciela Barba, ya en la prisión municipal, suplicaban a los comandantes Gregorio Paredes Cantú, Esteban “Torquemada” Casas Nevarez y a Ramón Zamorano de la Rosa, Oficial de Vigilancia, que le dieran salida a Salvador para que recibiera atención médica.
Luto e impotencia
Fue hasta las 12:35 horas, después de pagar una multa de 4 mil pesos y de contratar los servicios del abogado Raúl Gómez; Salvador fue liberado y trasladado por sus padres al Seguro Social de la calle Sexta y Mina, donde falleció a las 18:30 horas, a consecuencia de la golpiza que le propinó el policía Jesús Vargas Ruíz y por la falta de atención médica oportuna.
El dolor, el luto, la impotencia y el coraje, embargó a la familia Barrios Barba y a todos los habitantes de la colonia Mariano Matamoros, así como a los estudiantes de la Secundaria Federal Número 4, donde estudiaba Salvador, quien siempre le decía a su abuelita Brigida y a su tía María Guadalupe Barrios, que él sería arquitecto.
Salvador tenía una habilidad para dibujar, apoyaba a sus hermanos: Alejandro, Rafael, Arturo, José, Jorge, Sergio, a su hermana Rosita y hasta Roberto, que era el mayor y ya estudiaba en el Tecnológico, con las tareas escolares.
El homicidio de Salvador, ofendió a todo el pueblo, porque el presidente municipal de esa época, el médico cirujano Antonio Cavazos Garza, tenía delincuentes como policías, muchos de ellos ex agentes del Servicio Secreto, acostumbrados a utilizar métodos de tortura inhumanos.
Entre ellos, había nombrado como Inspector de la Policía Municipal, a Emiliano del Toro Farías, por recomendación de Agapito González Cavazos, en ese entonces diputado federal y poderoso dirigente de la FRTM, y quien ya había sido Inspector de la uniformada.
En esas fechas se decía que Cavazos, era el alcalde, pero el que mandaba, era Agapito, quien lo había puesto en el cargo.
Emiliano del Toro, había llegado con dos temibles comandantes: Esteban “Torquemada” Casas Nevarez y Gregorio Paredes, quienes al igual que del Toro, habían sido cesados como jefes del desaparecido Servicio Secreto, durante la administración de Sergio Martínez Calderoni, por utilizar métodos de tortura como “La Chicharra”; abuso de autoridad y extorsión, eran algunos de los delitos con los que ya cargaban estos personajes.
Y así como ellos, dentro de la corporación, había otros con antecedentes penales, los que después del crimen de Salvador, solo fueron suspendidos y no cesados:
Mario Peña, Evodio González, Carmen Casas Nevarez, José Morúa (Celador de la cárcel municipal, encargado del corralón, la noche en que estuvo detenido Salvador y no dio aviso de la gravedad del detenido, pese a que Odilón le pedía que ayudarán a Chava, porque estaba vomitando sangre), Antonio Gracia, Reynaldo Zamorano, Manuel Sibaja, Carmen Lóriga, J. Guadalupe Padilla, Gumersindo Olivares, Monserrato Cepeda, Alfredo Calvillo, Luis Garza, Martín Pizarro, Mario Almanza y Homero Rosales, secretario de la Inspección de Policía, este último, quien recibió los 4 mil pesos para dejar en libertad a Salvador.
Sepultaron a Salvador
Chava, fue sepultado el 21 de Junio de 1978, más de mil personas entre adultos, maestros y estudiantes y jóvenes fueron parte del cortejo fúnebre; fue velado en su propio domicilio ubicado en Castaño y Abedul Número 103, de la colonia Mariano Matamoros, de donde partió a las 16:00 horas y se despidió en el Panteón Nuevo.
Al día siguiente, después de haber sepultado a su hijo, Roberto Barrios, comerciante, quien tenía su negocio en el centro de la ciudad en la calle 11, entre Abasolo y González, presentó formal querella ante el Agente del Ministerio Público Investigador, Licenciado Joaquín Roché Cisneros.
Denunció a los responsables del homicidio de su hijo, se acusó directamente a Jesús Vargas Ruíz y a sus compañeros Leonel Sepúlveda y Mario Rincón; al comandante Gregorio Paredes, quien estaba de turno el 19 de junio, cuando pasaron los hechos, “no me enteré que el estudiante estaba grave y por eso no se le dio atención médica” y a Ramón Zamorano de la Rosa, Oficial de Vigilancia.
Ese día, jueves 22 de junio de 1978, se formuló una protesta estudiantil por las arbitrariedades de la policía, el mitin se desarrolló por la mañana en la plaza de la Colonia Mariano Matamoros; solo acudieron 400 personas, Emiliano del Toro Farías, se dio el lujo de estar presente y hasta de hacer promesas de que se iba a castigar a los responsables:
“Ando solo, estoy a su disposición”, pero el mitin era rondado por agentes judiciales, que lo vigilaban a la distancia. Ese día no pasó a mayores.
Ese mismo día, una comisión integrada por 5 directores de secundarias y maestros, se reunieron con el alcalde, para exigirle que todos los policías con antecedentes penales quedaran fuera de la corporación.
La respuesta de Cavazos Garza, fue: “Porque solamente en situaciones como estas se acercan y vienen a platicar, antier tuve una reunión con maestros y directores para informales de lo que se está haciendo y no asistieron ni diez”.
El profesor Juan Cantú Báez, director de la Secundaria Federal Número 4, donde estudiaba Salvador: “Esto no justifica los hechos, a nuestro estudiante lo golpearon despiadadamente en el estómago, se le tiene más miedo a la policía, que a los delincuentes; si la primera autoridad no actúa, la población estará sujeta al salvajismo policiaco, aún sin ser delincuentes”.
El profesor Hilario Jasso Cantú, director de la Secundaria Federal número 1, responsabilizó al presidente municipal por estas fallas y enfatizó: “Ningún cuerpo policiaco podrá actuar dentro de la ley, si está integrado por delincuentes con antecedentes penales”.
El profesor Juan Manuel Camarena, catedrático de la Secundaria Federal Número 4, maestro de Salvador, le dijo al alcalde que esos problemas van a continuar, mientras la policía siga manejada por delincuentes designados por Agapito González Cavazos, a estas voces se sumó el profesor Fajardo Sánchez.
El alcalde le dio el cerrojo a la reunión y les azotó la puerta en la nariz al magisterio: “no puedo prometerles nada, porque no sé lo que va a suceder mañana y sería tanto como decirles que la vida siempre nos va a durar; siento que la policía me está fallando”.
“Claro que te está fallando, son asesinos”, le dijeron los maestros.
El profesor Miguel Cruz Sánchez, secretario de la FSTSE, dijo: “si no da curso a una petición generalizada del pueblo, el magisterio va a recurrir a su fuerza, si tienen dignidad, renuncien”.
Se entregaron dos policías
Los policías Leonel Sepúlveda y Mario Rincón, el 22 de junio, se entregaron a las autoridades, ambos negaron haber golpeado a Salvador.
“Llegamos hasta la orilla de la parcela y estaban los muchachos sentados en unas piedras, ya habían huido de la plaza, por eso fuimos en su persecución; nos volvieron a ver y se dieron a la fuga; Jesús Vargas persiguió al hoy occiso y yo a Odilón Juárez Serna, este se metió a una casa, pero salió por la puerta trasera y lo detuve”, declaro ante el MP, Leonel Sepúlveda.
Sepúlveda negó haber visto si Vargas golpeo a Salvador, pero agregó: “dentro de la caseta no se golpeó al hoy occiso, pero este vomitó sangre”, por lo que supuso que sí; dijo que después de que se llevaron a Salvador y a Odilón a la cárcel municipal, a él lo mandaron a la caseta de la colonia del Carmen y a Jesús Vargas a la del 20 de noviembre, donde no existían radios de comunicación.
El policía Mario Rincón, declaró que él estaba dentro de la caseta atendiendo el radio, solamente se enteró de los hechos tras el arribo de los dos detenidos.
Por lo que respeta a Jesús Vargas Ruíz, este logró ampararse para no ser detenido, pero Emiliano del Toro y Ricardo Zolezzi Cavazos, jefe de la Judicial del Estado, lograron convencerlo de que se desistiera del amparo y que se entregara.
Vargas declaró: “¿Qué por qué lo maté?, están equivocados los que piensan que yo maté al estudiante, yo no debo nada, ni siquiera estrujé al ahora occiso”.
“No son policías, son asesinos”
La señora Graciela Barba de Barrios, le clamó justicia al Ministerio Público, Lic. Joaquín A, Roché y pidió castigo para los asesinos de su hijo.
“Cuando llegue a la caseta, mi hijito se revolcaba en el suelo, el pedía auxilio médico y los policías se lo negaron”, declaró la madre de Salvador.
“Todos ellos, desde el presidente municipal, hasta el policía de menor rango son los responsables, le pido que proceda contra quienes asesinaron a mi hijo, lo golpearon bárbaramente, le destrozaron el estómago, nadie de los que estaban allí en la caseta le dieron auxilio necesario, ni los oficiales, ni los patrulleros que lo condujeron a la prisión, ni los celadores del penal y los jefes también son responsables por tener a estos elementos inhumanos y asesinos”.
“Es falso que mi hijo haya andado drogado y que le hayan encontrado marihuana, mi niño era bueno, pues siempre tenía deseos de prosperar por eso estudiaba mucho, él me platicaba que con todas sus fuerzas deseaba ser arquitecto, ahora todo ha acabado por las manos de estos asesinos”.
Con lágrimas en sus ojos y con un profundo dolor en su corazón, Graciela Barba de Barrios, se le quedó viendo fijamente al fiscal:
“Señor Agente debe investigar todo este caso a fondo para que proceda contra los responsables no deje a nadie afuera, que su investigación sea ejemplar para que la sociedad de Matamoros vea que dentro de este ambiente podrido todavía hay algo bueno, pues de lo contrario, la condena de la ciudadanía será general, aplíqueles el castigo necesario, para que otras pobres madres no tengan que sufrir como yo estoy sufriendo, yo no los maldigo, solo espero que Dios Nuestro Señor les mande el castigo que se han hecho merecedores, ¿por qué tenían que arrancarle a golpes la vida a mi hijo?”.
Roberto Barrios y un grupo de colonos de la Mariano Matamoros, por la mañana del viernes 23 de junio de 1978, se reunieron con el alcalde, a quien le exigieron que el castigo a los policías “no quede en una simple investigación”.
Allí, con la voz quebrada, Roberto Barrios le narró la golpiza que recibió su muchacho por parte de los policías y el calvario que sufrió al ser encarcelado ya en estado de muerte y los esfuerzos impotentes para rescatarlo y darle atención médica.
“Le suplicamos al Comandante Gregorio Paredes que nos entregara a nuestro hijo para atenderlo y nos dijo que regresáramos al día siguiente para arreglar, luego de exigir comprobante de que era estudiante”.
“Al día siguiente con 4 mil pesos me dieron a mi muchacho y lo trasladamos al Seguro Social donde se nos murió, por la golpiza que le dieron sus policías, no por muerte natural como pretenden hacerlo creer, o como dice el parte policiaco”.
Modesto García, maestro que acompañaba a Roberto Barrios, le dijo al alcalde:
“Los medios de comunicación denunciaron a ciertos elementos que no encajan en la policía y sin embargo se les mantiene, ¿si usted dio órdenes de que no aceptarán policías con antecedentes penales porque entonces están ahí?”.
Antonio Cavazos Garza, hizo mutis, solo se comprometió hacer una investigación y acusó a los medios y a los periodistas de mentirosos.
Alteraron el parte policiaco
Pedro Álvarez, Ramón Cholico González, Leopoldo Mascorro Jr, periodistas policiacos de esa época, publicaron que la Inspección de Policía y los comandantes Paredes y Casas Nevarez, pretendieron atribuir la muerte de Salvador a una enfermedad.
La policía formuló un parte policiaco 2808, donde decía que el estudiante había muerto por enfermedad natural e incluso plasmaron que el hermano de Salvador, lo había confirmado; a lo que Roberto Barrios Barba, tuvo que desmentir: “¡Mienten, yo no dije eso!”.
En el trascurso de la investigación, el Ministerio Público, Joaquín A Roché, el 24 de junio, al revisar el libro de retenciones de la barandilla policiaca, comprobó que estaba totalmente alterado.
Eso molestó más a la familia Barrios Barba y a la sociedad en general, pues la policía pretendía que pagaran por los daños que el policía Leonel Sepúlveda había ocasionado a una casa cuando perseguía a Odilón.
Los estudiantes del Tecnológico, el 23 de junio de 1978, también sostuvieron una reunión con el alcalde, le pidieron el cese del Inspector de Policía; Cavazos Garza se negó hacer tal cosa.
“Ustedes, no tienen que decirme cuales son mis atribuciones, el problema se va arreglar y punto, el Inspector no es responsable, en todo caso el responsable soy yo; ¿ustedes creen que cambiando a Emiliano, se solucionen los problemas?”.
“Síííííí”, fue la respuesta unánime. El presidente de la sociedad de alumnos del TEC, Gabriel Hernández Alcántar, le dijo: “La policía en esta administración se ha convertido en yugo de la población”.
“Al que le toca, le toca”
Al alcalde no le gusto, la aseveración y contestó: “La policía de Matamoros, como la de todo el mundo, tiene sus problemas, al que está de tocarle, le toca; de un tiro, una golpiza o muerte natural, de algo nos tenemos que morir”.
El dialogo se rompió e inició una discusión acalorada entre el alcalde y los líderes del TEC; Cavazos Garza, quedó muy formal que cesaría a los jefes policiacos y no cumplió.
Los líderes estudiantiles del TEC, Raúl Villafranca, Jaime Gracia, Pedro Celestino, Carlos, Eleazar Hernández “El Mongol” y Gabriel Hernández, este último Presidente de la Sociedad de Alumnos, se solidarizaron con su compañero Roberto Barrios Barba, hermano de Salvador y sacaron un desplegado:
“En apoyo al problema surgido donde perdiera la vida un compañero de la Escuela Secundaria Federal Número Cuatro, protestamos enérgicamente y solicitamos la destitución del Inspector de Policía Emiliano del Toro Farías, por su falta de capacidad y honestidad para poder controlar el cuerpo de policías; así como la salida del comandante Gregorio Paredes y que entreguen a los policías que asesinaron a nuestro compañero”.
Ese mismo día, viernes 23 de junio de 1978, acordaron que el lunes 26, a las 18:00 horas en la plaza Hidalgo realizarían un mitin para exigir justicia y el cese del Inspector de policía.
Empezaron a repartir volantes por todos los puntos de la ciudad; a las 21:00 horas del 23 de Junio, en las calles 18 y Abasolo, seis estudiantes que repartían la propaganda para el mitin y que eran encabezados por Jaime Gracia, fueron agredidos a pistoletazos por un sujeto armado, que llegó en una camioneta color café, placas de circulación 119 ZRP, los muchachos lo identificaron plenamente como cercano a Emiliano del Toro, a los comandantes Paredes y Casas Nevarez.
El volante
Los volantes decían: “Heroico Pueblo Matamorense, compañeros estudiantes, te invitamos este lunes 26 del presente mes a las 18 horas frente a la Presidencia Municipal, para que participes y manifiestes tu inconformidad por los hechos reprobables que han enlutado nuestra ciudad”.
“No esperes que el día de mañana sea tu hijo el muerto para salir a luchar; compañero estudiante medita: ¿A quién de nosotros le tocará el día de mañana?”.
“Por una verdadera seguridad pública; por un verdadero respeto a la dignidad; por un verdadero respeto a las garantías individuales”.
El sábado 24 de junio, infinidad de personas esperaron el arribo a sus oficinas del Inspector de Policía y de los comandantes Esteban Casas Nevarez y Gregorio Paredes; el domingo 25 de junio, Agapito González Cavazos, diputado federal defendió con declaraciones a la policía y a Emiliano del Toro; ese día por la noche, 10 encapuchados le prendieron fuego a la caseta de policía de la colonia Mariano Matamoros, donde la policía había encarcelado primeramente a Salvador y no le prestaron auxilio médico. El fuego se suscitó a las 2 de la mañana.
La policía culpó a los residentes de la colonia Mariano; pero a estos le pareció muy extraño que Casas Nevarez, no se haya llevado una bandera que quedó toda chamuscada, por lo que dijeron que pudo haber sido la misma policía.
Alianza Cívica Femenil
El 26 de junio de 1978, a las 10:00 horas, la Alianza Cívica Femenil, integrada por más de 150 damas de las colonias Buenavista, San Francisco, Jardín, Obrera, Industrial, Treviño Zapata, Popular y otras, se entrevistaron con el presidente municipal y exigieron la renuncia de los funcionarios policiacos y la depuración total del cuerpo de policía: “ya es imposible tolerar la arbitrariedad”, le dijo la maestra Martha Rita Prince de García, al médico Cavazos Garza.
Agregó:
“Hacemos causa común con una madre, porque si algo me mata, me exaspera, es eso, que abusen de un joven”.
“No vamos a escuchar ni escusas ni argumentos favorables a los funcionarios de seguridad que por tener antecedentes penales están en la policía. Nuestra posición será invariable y no cesará hasta que logremos nuestro propósito, que es en sí la inquietud de todo el pueblo”, le dijo Martha Covarrubias.
Cavazos Garza, había empezado a titubear, a manejar excusas de que no estaba dentro de sus facultades remover al Inspector de Policía y “bueno, lo que diga la mayoría”.
La señora Raquel Vázquez Reyna, lo atajó: “Para usted, ¿Cuál es la mayoría?, que venga la gente amotinarse, le estamos pidiendo la destitución de los elementos policiacos con antecedentes penales”.
Previo a esta reunión de las damas de la Asociación Cívica Femenil con el alcalde; algunos de los afines al edil, como Eleazar Pérez Arciniega, Presidente de la CANACO; Leocadio Mendoza, regidor; habían hecho algunas manifestaciones públicas, de que el alcalde no tenía facultades para remover a los jefes policiacos, que solo el gobernador Enrique Cárdenas González, las tenía; eso mismo, secundó el licenciado Pompeyo Gómez, ex diputado federal, quien manifestó que de acuerdo a la ley orgánica, es el ejecutivo estatal el que expide el nombramiento del Inspector de Policía. Inteligentemente le endosaron la responsabilidad al gobernante estatal.
Los antecedentes penales
La respuesta de los medios fue contundente, sacaron a la luz pública los antecedentes penales no solo de los comandantes Paredes y Casas Nevarez, sino también de una docena de policías, que contaban con negros antecedentes y de hasta del Inspector Emiliano del Toro, quien en 1951 había asesinado a un trailero en la zona rosa e incluso los estudiantes lo dibujaron en una cartulina y exhibieron el número del expediente 782324 del homicidio, el cual el Licenciado Rubén González Chapa, había dado a conocer a los periodistas.
El diputado local, profesor Francisco Vega García, calificó de político inmaduro al alcalde y de ser el responsable de las irregularidades policiacas.
Emiliano del Toro Farías, declaraba a los periodistas: “Renuncio, si me lo pide el alcalde”, sabía que Cavazos no tenía el valor para hacerlo.
“No tuve conocimiento de nada, yo andaba en la frecuencia y no escuché nada por radio, ni me informaron nada, de haber sabido hubiéramos intervenido para auxiliar al muchacho, todo se encerró en un círculo vicioso y es por eso que pasó este lamentable caso”.
La pluma de Manuel Martínez Orozco, consignaba en el Diario La Opinión: “El Niño Mártir. El pueblo ha reaccionado herido. El jovencito estudiante asesinado es ahora símbolo de nuestra ciudad”.
4 HORAS DE TERROR
Llegó el día y la hora del mitin, la plaza estaba repleta de estudiantes y población en general; para reforzar la manifestación habían llegado estudiantes de otros estados; el primer orador fue José Luis García, quien al tomar el micrófono dijo:
“Desde ahora no respetaremos a las autoridades, porque Matamoros es un pueblo sin ley”.
Continuaron otros oradores, exigiendo castigo penal para los asesinos de Salvador y la destitución de Emiliano del Toro y sus comandantes; la depuración y reestructuración de la policía e Indemnización para la familia del estudiante asesinado.
Luego empezaron los gritos: “Que salga el alcalde, que venga Cavazos al kiosko, que salga, que salga”; como el presidente no salió, un número considerable de estudiantes subieron a su despacho y estuvieron a punto de echarle abajo las puertas de su oficina.
Al alcalde no le quedó de otra que salir, fue invitado al kiosko a que solucionara el problema; acompañado por algunos de sus colaboradores (Ramiro González Garza, director de obras públicas, Pablo Zarate, inspector de obras públicas, entre otros y el Licenciado Adolfo Sierra), lo trasladaron hasta la explanada, los líderes estudiantiles que ya estaban arriba, le gritaban: “que suba, que suba, que suba”.
Una vez arriba, los líderes le demandaron soluciones inmediatas a sus peticiones; “el pueblo exige justicia, que usted puede hacerla en estos momentos”, le dijeron.
“Se va hacer justicia, pero denme tiempo”, dijo el alcalde.
“Todavía quiere más tiempo”, le contestó José Luis García.
“Esto es pura demagogia y ustedes lo saben. Usted aquí es la máxima autoridad o sino que lo diga”, plantearon los dirigentes del movimiento.
“Compañeros estudiantes con la ayuda de ustedes y el pueblo en general, reestructuraremos todos los servicios públicos, no exclusivamente lo que es la seguridad pública, Estamos conscientes, hemos detenido a los que cometieron este lamentable caso”, señaló Cavazos Garza, pero los estudiantes querían soluciones.
El profesor José Sánchez Fajardo, también tomó el cacarizo: “se ensañan con lo más preciado de la juventud y la niñez”.
“La policía solo sirve para golpear gente en lugar de perseguir a los delincuentes”, sentenció María Cristina Jiménez Saldaña, Presidenta de la Sociedad de Alumnos de la Secundaria Federal Número 4; la que fue secundada por Juan José Ramírez, líder de la Secundaria Federal “Lauro Villar”.
José de las Fuentes, estudiante de la UANL, encendió las pasiones de los presentes en el mitin, al hacer uso de la voz, habló de las autoridades reaccionarias, de la burguesía y del proletariado.
Fuera Cavazos
A coro, los estudiantes pidieron la renuncia del alcalde: “fuera Cavazos, que renuncie, que renuncie” y pedían que lo bajaran del kiosko.
Roberto Barrios Barba, hermano del estudiante asesinado, les pedía a sus compañeros que no se impacientaran, que el alcalde le había prometido que se haría justicia.
“Ahora fue tu hermano, mañana cualquiera de nosotros, es necesaria una solución inmediata”, le respondieron.
“A qué intereses sirve usted Presidente, a los del pueblo o a los de Agapito González”, le preguntaron los líderes estudiantiles al alcalde.
El alcalde ya no quiso dialogar con los estudiantes, se bajó del kiosko, y fue allí donde la chispa se incendió; sus colaboradores lo rodearon, entre ellos el licenciado Gabriel Martínez; empezaron a caminar, se les arrimaron los estudiantes y corrieron más jóvenes.
El Presidente Municipal, imprimió velocidad a su marcha, bajo una lluvia de ladrillos, murmullos y silbidos. Alcanzó a cruzar la calle hasta llegar a la puerta del café Emir; allí antes de entrar un ladrillazo le pegó en la espalda, ya le habían pegado otro en el rostro, en la frente.
Entró al café, y los estudiantes le siguieron lanzando ladrillos, hasta destrozar la entrada de ese restaurante cafetería, todo sucedió en dos minutos y los escolapios no supieron por dónde salió Cavazos Garza, ni sus colaboradores, lo buscaron hasta en las oficinas del PRI, las que también destrozaron. El alcalde salió por una puerta de emergencia, hacia el Teatro de la Reforma.
Se desató la violencia
La violencia se desató, los líderes estudiantiles que encabezaron el movimiento de protesta, principalmente los del Instituto Tecnológico Regional de Matamoros, abandonaron el kiosko y la plaza principal, huyeron en el autobús de la escuela, solo quedó la gran masa, la muchedumbre enardecida, la que empezó a provocar disturbios, incendios y saqueos.
La muchedumbre empujó los vehículos que se encontraban frente al Palacio Municipal, entre ellos una patrulla de Tránsito, la que voltearon y los condujeron al portón principal y les prendieron fuego. Varios jóvenes saltaban sobre los capacetes.
De improvisto cayó una lluvia de pedradas sobre los cristales del edificio de la presidencia, la que tenía poco de haber sido remodelada con ventanas de vidrio; se introdujeron y le prendieron fuego a todo, aquello se convirtió en un infierno, por las llamas que brotaban de las oficinas de Tránsito, Fiscal del Estado y Registro Civil, que se localizaban en la planta baja o primer piso; en el segundo piso estaba la Presidencia Municipal y en el tercero el Auditorio.
Otros manifestantes treparon al segundo piso, donde está el despacho del alcalde y desde el balcón empezaron arrojar documentos hacia la calle Sexta, hasta el busto de Benito Juárez fue a dar a la Plaza Hidalgo; las ventanas de cristal estallaron al impacto que recibían con máquinas de escribir y sumadoras.
El incendio se extendió. Los locales contiguos al ayuntamiento fueron asaltados por la turba, destruyeron una librería, la Mueblería La Paloma y el Banco Mexicano del Noreste, de este vaciaron los archivos y se apoderaron de varios fajos de billetes.
El saqueo continuo en los edificios de la calle Morelos entre 5 y 6, una imprenta, peluquería, novedades Trevi, Banco Banpaís, Aseguradora La Latinoamericana, la Banca Metropolitana, los negocios del centro Acuario, la mueblería Salinas y Rocha, siguieron negociaciones de la calle González entre 6 y 7 y de la Abasolo 6 y 7; todos fueron destruidos e incendiados; las personas se apoderaban de televisores, abanicos, refrigeradores, sillas y otros muebles.
Llegaron los bomberos
De repente se escuchó una sirena, eran los Bomberos de Brownsville, Texas, que arribaron a la plaza a pagar el incendio, pero fueron apedreados, les rompieron los vidrios y mejor huyeron, lo mismo pasó con los de Matamoros; las patrullas de la policía fueron ocultadas y los elementos policiacos se vistieron de civil, para que la muchedumbre no los identificara. Lo sorprendente, fue que ningún policía resultó herido.
Se formaron grupos: uno muy grande, fue hasta la cárcel municipal ubicada en la calle 21 y González (Hoy edificio del Cuarto Distrito Judicial), hubo allí confusos incidentes donde dos jóvenes, un varón y una señorita cayeron heridos de bala, nadie supo quién disparó.
Los estudiantes penetraron el edificio de la prisión. Se armaron con rifles, carabinas y pistolas que pertenecen a la policía. Prendieron fuego a los muebles, destruyeron la oficina de la Judicial del Estado, encañonaron al comandante Ricardo Zolezzi Cavazos, quien salió con las manos en alto, en señal de rendimiento, le prendieron fuego a su patrulla; la Inspección de Policía, de Emiliano del Toro, las Fiscalías y Juzgados, fueron quemadas.
“!Qué barbaros¡, nos dejaron solos. No había aquí autoridad policiaca o quién sabe dónde se encontraban. Recibimos muchos balazos de afuera. Ahí estábamos todos refugiados en el Caracol (era una especie de escalera que se encontraba en la prisión). Volvimos a nacer”, lo declaró el Ministerio Público, Joaquín A, Roché.
Con el fiscal estuvieron por más de dos horas escondidos, un reportero de nombre Jorge Lara, así como el Alcaide de la prisión, Rafael González Benavides, hijo de Agapito, quien después de estos hechos renunció y según las crónicas de esa fecha, ordenó a los celadores que dispararan al aire y no a los estudiantes.
En su lugar llegó Jaime Oziel Rodríguez Flores, como alcaide y como subalcaide Lucio Flores Castillo, nombramiento que les dio Roberto Cedillo, secretario del ayuntamiento.
Los celadores del penal, si dispararon
El reportero Jorge Lara, narró que “eran las 19:45 horas, los que estaban afuera comenzaron a disparar primero, luego los de arriba les contestaron disparando sus armas, gracias a Dios volvimos a nacer, fueron momentos de locura”.
“Dos de los reclusos que intentaron huir, resultaron heridos de bala, les dispararon los celadores que estaban en la azotea del reclusorio”.
Los reos Juan Mares Castro, de 35 años de edad y Roberto Sierra, fueron heridos de gravedad. El primero presentaba dos orificios de bala en la región occipital y otro en el parietal izquierdo y fractura de brazo izquierdo. Dos balazos en el cráneo que le costaron la vida.
Sierra recibió dos plomazos, uno en el abdomen y otro en la pierna izquierda, este sobrevivió. Ambos habían sido apresados por la policía preventiva el sábado 24 de junio.
“Los de arriba”, se cree que fueron los celadores del penal, que dispararon a los manifestantes. Todo eso, las oficinas del Ministerio Público, los Juzgados y la policía quedó en cenizas y 3 personas asesinadas a tiros y una de ella quedó calcinada en ese lugar.
Bombas molotov
Hubo lanzamientos de bombas molotov, disparos. Pánico, eran las nueve de la noche. El caos y la anarquía reinaban en la ciudad. Entre 14 y 15 incendios se reportaron en cuestión de minutos.
La turba se dirigió al edificio de la Sección 16 del Sindicato de la Industria Algodonera y Aceitera en 12 e Iturbide. Fue saqueada e incendiada la tienda CONASUPO-CTM.
De repente como a las 23:30 horas, algunos jóvenes gritaron: “Hay vienen los sorchos”, las huidas de pánico se presentaron. El desenfreno no concluía, a pesar de que el Ejército había intervenido en el penal para evitar fuga de reos. La Armada llegó hasta la CONASUPO y el grupo fue disuelto. La tensa calma comenzaba. Terminaban 4 horas de terror.
Se perdió todo el registro de la Oficina Fiscal, del Registro Civil y de la Presidencia Municipal, hubo pérdidas millonarias por 50 MDP de ese entonces; pero lo más lamentable, fueron las vidas humanas que se perdieron.
Tardía la intervención del Ejército
El Ejército, tardó en intervenir, pese a que el General Manuel Sánchez Rocha, comandante de la Guarnición de la Plaza, estuvo en el mitin, acompañado por Ernesto García Ulloa, supervisor de la Policía y Tránsito del Estado.
El General fue entrevistado en la plaza principal por los periodistas de esa época y que gracias a ellos hoy reconstruimos esta historia y les declaró lo siguiente: “La voluntad del pueblo debe respetarse y así se hará”.
Después de los disturbios, a las 23:45 horas de esa noche negra del 26 de junio de 1978, el General, declaró: “La situación está controlada”, pero no pudo con los estudiantes y la muchedumbre, tuvo que pedir refuerzos a la Armada y al 15avo Regimiento de Caballería de Reynosa, de donde le mandaron 100 elementos de la Patrulla Militar.
La versión del General fue de que no había intervenido, porque la Defensa Nacional, le ordenó la acción militar hasta las 20:30 horas.
Los militares declararon estado de sitio cuatro manzanas a la redonda de la plaza Hidalgo, de la presidencia municipal, hasta la Abasolo y de la Quinta hasta la calle Sexta.
El gobernador Enrique Cárdenas González, ordenó al Procurador de Justicia, Evén Garza Mascorro, proceder contra los responsables “caiga, quien caiga”.
Dos estudiantes muertos y un reo asesinado
El 27 de junio de 1978, los titulares de los diarios El Bravo y La Opinión, consignaban en sus portadas: “Dos estudiantes muertos y un reo asesinado durante el mitin”, ese fue el saldo, además de 43 detenidos por el Ejército, durante “La Noche del Lunes Negro”.
“El niño herido de un balazo en la frente va a morir”, dijo el doctor Valerio Zivec, médico del Seguro Social, se trataba de Ricardo Rangel Niño, de 15 años de edad, con domicilio en la calle 10 entre Terán y Juárez número 2, quien recibió un balazo que le afectó la región ciliar derecha a dos centímetros de la línea media, con gran presión retrógrada al ojo izquierdo y otro disparo en el costado derecho.
Rangel Niño, fue sepultado en forma rápida la tarde del martes 27 de junio, sobre este funeral hubo poca trascendencia porque se vivían momentos de gran tensión. Era estudiante de secundaria.
Vicente Antonio Munguía Lambarri, tenía 16 años edad, estudiaba en la Preparatoria Juan José de la Garza, es familiar del ex tesorero Rafael Munguía, recibió cuatro impactos de bala calibre 0.32 milímetros, por la espalda.
La autopsia reveló que los proyectiles hicieron impacto en el omóplato derecho, dos de ellos con trayectoria de arriba abajo y dos con trayectoria horizontal, que destruyeron el pulmón y otros órganos vitales, su cuerpo quedó calcinado durante el incendio de la cárcel municipal, allí fue donde lo mataron.
Se le veló en la funeraria Glayoso, donde permaneció por más de 14 horas, para que se le pudiera identificar.
Gobernación pedía a los familiares de Munguía que el dictamen médico, dijera: “muerte por incineración”, para no ampliar la investigación de como sucedieron los hechos; pero la familia rechazó eso y acusaron a los celadores del penal, de ser los asesinos, “ellos dispararon de adentro hacia afuera de la cárcel”.
Heridos hubo muchos, estos son algunos:
Jorge Guzmán, resultó con cuchilladas en el cuerpo; Anastasio Galván García, 15 años, domicilio en Washington y Juárez, presentó una lesión en la mano derecha; Ascensio López Sánchez, 19 años, con dirección en Profesor Romero 6 y 7 número 4, fue herido en la pierna derecha, presentó una cortada de 8 centímetros; Juan Patricio Méndez, de 65 años, ingresó a la Cruz Roja para ser atendido de heridas cortantes; Jorge Antonio Pérez Martínez, de 13 años, sufrió cortaduras en el brazo derecho…
Carmen Vázquez Valladares, de 16 años, domicilio Terán 2 y 3 número 26, sufrió herida de bala en el muslo derecho y otro balazo en la mano derecha; Pablo Lozano Sánchez, herida en el brazo derecho dentro de la crujía A; Raúl Garza Ceballos, herida con arma blanca en el costado izquierdo dentro de la crujía C; Fidel Cisneros Treviño, de 16 años, domicilio 11 Rayón y Zaragoza, fue atropellado en el mitin.
El 28 de junio, José Guadalupe Ibarra Martínez, director el Tecnológico, dio una conferencia de prensa, donde aseguraba que en el vandalismo no habían participados los estudiantes de esa casa de estudios:
“Si alguno de los estudiantes del Tecnológico, resultara culpable de los lamentables hechos, deberá ser castigado de acuerdo a la Ley, como se haría también con los directivos y yo mismo”.
Ese día, el Alcaide del penal, Rafael González Benavides y su mano derecha, Antonio Pérez Treviño renunciaron; el hijo de Agapito dijo que renunciaba voluntariamente al cargo que se le había conferido el pasado mes de enero, para dedicarse a su profesión exclusivamente.
Ese 28 de junio, el alcalde Antonio Cavazos Garza, en entrevista con el periodista Jacobo Zabludouski, conductor del programa 24 Horas, declaró:
“Desde el inicio de mi administración, hemos recibido la ayuda destructora de la prensa”; censuró a los estudiantes, y acusó a los dirigentes del PARM, entre ellos a José de la Paz Bermúdez Valdez y al estudiante de Monterrey, José de las Fuentes, de haber sido los agitadores.
De la Paz Bermúdez, dirigente del Comité Municipal del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), siempre había acusado a Cavazos Garza, de que llegó al cargo por la vía del fraude electoral, pero después de los hechos trágicos, declaró:
“Nosotros en ningún momento hemos deseado su salida, le estamos pidiendo que cumpla con el pueblo y que rompa con la tutela de quien está detrás de él”.
Ya Cavazos Garza, había empezado a decir: “Si no tengo el apoyo del pueblo, me voy; renunciaré si el pueblo me lo pide”; el gobernador Enrique Cárdenas González, le ordenó que no renunciara y fue él quien resolvió las exigencias de los estudiantes.
La Carta Abierta
La Asociación de Periodistas de Matamoros, que encabezaba Gonzalo Martínez Silva, como presidente; José Luis Ochoa, Tesorero; Manuel Martínez Orozco, secretario; Norberto Calvario, Primer Vocal; Emmanuel Lechuga, Segundo Vocal y Ramón Cholico, Tercer Vocal, en una carta abierta le respondieron a Cavazos Garzas, por las calumnias que realizó contra la prensa de esta ciudad.
“Está usted faltando a la verdad Dr. Cavazos, porque de su divorcio con el Cabildo, de la soberbia que padece, de la inseguridad pública, de los abusos y crímenes policiacos, de su negativa a reconocer sus faltas, de su incapacidad para dialogar con el pueblo, usted y nadie más, es el responsable y la prensa de Matamoros no tiene ninguna obligación de ocultarlo”, decía el primer párrafo de la Carta Abierta.
“Reiteradamente usted ha expresado su animadversión hacia la prensa local, porque nuestros compañeros no escriben conforme a sus gustos e intereses; no podrá eludir su responsabilidad en los daños que sufrió la ciudad por el vandalismo popular…
En el mitin, en vez de aceptar la evidencia, de condescender con los inconformes y exaltados jóvenes, de ofrecer el cese de los delincuentes investidos de autoridad policial, los reconvino y sostuvo sus absurdos puntos de vista, provocando la ira popular al grado de que tuvo que huir, arrastrando tras de sí, pisoteándola, la dignidad de Presidente Municipal…
Usted tenía la obligación de permanecer con los estudiantes y jugarse la vida, si preciso fuera; como usted no obró como debiera desde que se suscitó el problema y particularmente durante el Lunes (26 de junio de 1978), usted y nadie más que usted, es el responsable de todo lo que ocurrió esa noche trágica…
Quede entonces definido Dr. Cavazos, que los periodistas de Matamoros, no están en contra suya, sino que usted mismo se ha forjado lo negativo de su imagen. No somos ninguna prensa servil, ni lacayuna”, remataron los periodistas en la carta.
El periodista, Héctor Aguilar Bustos, publicó:
“Hubo tiempo, sobrado tiempo para con un mínimo de sentido común y capacidad política, evitar el enorme daño, la espantosa llama que envolvió y avergüenza a Matamoros. Tanta obcecación en sostener elementos de la policía, increíble desatino y petulancia desechó el Dr. Cavazos”.
El 28 de junio, Emiliano del Toro, sus dos comandantes Paredes y Casas Nevares, fueron cesados y en su lugar fue nombrado como nuevo Inspector de Policía, el C. P. Jorge Garza Salinas, a quien la prensa, posteriormente bautizaron como “La Pantera Rosa”.
El 29 de junio, los dirigentes estudiantiles del Tecnológico Gabriel Hernández Alcántara y Andrés Pérez López, sostuvieron una reunión en Matamoros con el Gobernador Enrique Cárdenas, le expusieron al mandatario su temor de que las autoridades policiacas tomaran represalias contra ellos o que atentaran contra sus vidas.
Además, le solicitaron la libertad de 43 personas detenidas por los soldados desde la noche del 26 y madrugada del 27 de junio, a los cuales mantenían en el segundo y tercer piso de la presidencia municipal tirados boca bajo en el piso.
Ese día, a las 10:00 horas, el General Ricardo Cervantes Garcíarojas, comandante de la Octava Zona Militar, declaró:
“las personas que fueron detenidas por las patrullas militares, fueron entregadas y se encuentran a disposición del Agente del Ministerio Público, quien deslindará responsabilidades de acuerdo a la ley; nosotros, no hemos tenido que dar un solo culatazo”.
El General Manuel Sánchez Rocha, comandante de la Guarnición de la Plaza, rechazó que el Ejército haya sido provocado por los manifestantes. Ambos Generales reconocieron que los 43 detenidos, continuaban en el segundo piso de la Presidencia Municipal e insistían: “esas personas tendrán que ser juzgadas”.
Los 43 detenidos quedaron libres
La madrugada del 30 de junio de 1978, 42 jóvenes hombres y una señorita, fueron puestos en libertad; nunca se supo quiénes fueron los detenidos.
El policía Jesús Vargas Ruíz, fue consignado al Juzgado Segundo Penal, donde estaba en funciones por ministerio de ley, Noé Tapia; como responsable del delito de homicidio en agravio de Salvador “Chava” Barrios Barba.
Leonel Sepúlveda, fue consignado por los delitos de abuso de autoridad, lesiones y encubrimiento; Mario Rincón, solo por encubrimiento; después de un tiempo en la cárcel, estos quedaron en libertad; de Jesús Vargas Ruíz, no se supo cuánto tiempo pasó en prisión o si murió en la misma.
De los asesinatos de Francisco Rangel Niño, Vicente Antonio Munguía Lambarri y Juan Mares Castro; a 47 años de distancia estos homicidios, continúan en la impunidad y en aquella fecha, todo quedó en: “tengan plena confianza que se encontrará a los responsables”, jamás los encontraron.
El presidente de la república, José López Portillo, el 1 de julio declaró sobre estos hechos:
“Fue un acto irreflexivo y torpe de policías que no debieran serlo”.
Todo esto no fue ficción. Es el relato de una historia real, vivida con el corazón palpitante del pueblo y con las manos llenas de verdad, rabia y dolor. Es testimonio de una época y un grito suspendido en el tiempo. A través de sus palabras, se revive la intensidad de aquel día que cambió para siempre el rumbo de Matamoros.
Quien lea estas líneas no solo se asoma a los hechos, sino que se sumerge en la profundidad de sus causas y consecuencias. Este relato no pretende juzgar, sino recordar. No busca venganza, sino memoria.
Porque la historia, si no se cuenta, se repite y el olvido, a veces, es la más cruel de las injusticias.