La salud pública en México es eso-que-nadie-quiere-usar

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Agencias

El sistema de salud pública en México se ha convertido en la salud a la que recurren las personas de bajos recursos y no la sociedad en su conjunto. Y ese es un gran problema. Las personas de mayores ingresos, que más podrían contribuir con crear un sistema de salud público eficaz y bien financiado, no quieren invertir en algo que desconocen, rechazan y estigmatizan.

Las clases altas han desistido de usar servicios públicos. Cuatro de cada diez personas de alto estrato de ingreso que tienen cobertura en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) o en alguna otra institución pública, se atienden con médicos privados cuando se enferman. El servicio público es ese lugar en el que solo se atienden cuando ya no les alcanza, la sala de emergencia de enfermedades caras.

Cabilderos del sector empresarial centran sus esfuerzos en solicitar que los gastos de salud privada sean aún más deducibles de impuestos. No están dispuestos a invertir en un servicio médico que a priori han decidido no usar.

No hay un esfuerzo de construcción de salud pública por parte de los ciudadanos con mayores ingresos sino de desmantelamiento. Esfuerzo que beneficia a quien tiene dinero pero perjudica a todo el resto.

Una forma común de dejar de ser clase media es enfermarse de algo caro. Familias completas de clase media son arrastradas a la pobreza por un cáncer, una diabetes o un accidente de tránsito grave.

Sin embargo, tal parece que la clase media no lo ve así y ha normalizado pensar en la salud pública como si fueran ricos, como una dádiva a los pobres más que como un servicio al que podrían acceder ellos mismos. Se piensa que el servicio es malo y por ello no se quiere pagar por él. En realidad, el servicio es malo porque no se paga lo suficiente por él.

Las personas de menores ingresos también han claudicado, pero de atenderse. Es habitual que los pacientes solo acudan al centro de salud cuando ya tienen una enfermedad grave. La medicina preventiva es algo desconocido para un sistema cuya característica principal son las largas filas.

Llega a tomar semanas lograr ser atendido. El tiempo promedio de espera entre el primer contacto con el médico general y recibir atención quirúrgica de manera electiva era de más de 7 meses hasta 2011. A partir de 2016, el IMSS comenzó a realizar cirugías en fin de semana, lo que se dijo podría aumentar la disponibilidad de quirófanos hasta en 40 por ciento. Aún si así fuera, y si todo el sector salud siguiera la misma práctica, estaríamos hablando de 4 meses de espera para ser atendido. Lo peor es que, aún cuando son atendidos, muchas veces los pacientes tienen que pagar de su bolsa por curaciones y materiales. No hay de otra, les dicen.

Hay un mito persistente en México: que todos sus habitantes tienen cobertura médica pública. La realidad es que tenemos un sistema público que solo atiende o enfermedades caras o enfermos graves. Los mexicanos pagan por sí mismos el 41 por ciento de sus gastos en salud, una cifra mucho mayor que el promedio de Latinoamérica, en donde solo se paga el 28 por ciento.

En México nuestro médico de cabecera se ha vuelto la farmacia. De acuerdo con la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), hasta 2012 existían 20.000 médicos de farmacia que otorgan 35 millones de consultas al año. Y no las otorgan gratis. El costo escondido es que los médicos de farmacia recetan la compra de más medicinas. Mientras que solo alrededor del 44 por ciento de los pacientes atendidos por la Secretaría de Salud son recetados con tres o más medicamentos en una consulta, con los doctores de farmacia la cifra sube a 67 por ciento.

Es momento de construir un sistema de salud que no sea el último recurso de las personas sino el primero. Ello requiere un aumento sin precedente en el gasto en salud.

El gasto en salud en México es de 5,5 puntos del PIB, menor al gasto de Honduras, El Salvador y Zimbabue. El gasto no solo es extremadamente bajo, sino que de acuerdo a los estudios del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), una organización civil dedicada al análisis de finanzas públicas, ha caído significativamente en los últimos diez años. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, un país como México debería al menos gastar el doble de lo que gasta actualmente en salud.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha hecho esfuerzos importantes por aumentar la cobertura, sobre todo para los más pobres. El gasto de IMSS-Bienestar, típicamente usado por individuos con menor nivel de ingreso, aumentó en 7 por ciento en 2020, comprado con 2019. Y, en contraste, el gasto en salud de PEMEX, la petrolera estatal que emplea a funcionario de relativamente buen nivel de ingreso, se contrajo.

Los gastos en salud privada no deben ser deducibles pues esto crea incentivos a la privatización del servicio. Solo mediante un servicio público pagado por todos podremos aumentar la calidad de la atención en salud pública. Considero un acierto que el gobierno haya dejado de pagar seguros privados a los funcionarios públicos, pues ello no solamente reforzaba la desigualdad (se pagaban mejores seguros a los empleados que ganaban más dinero) sino que sembraba la idea de que la salud pública era un servicio de segunda. Lo que no es acertado es que, a la vez de que se cancelaron los seguros privados, no se haya aumentado significativamente el gasto del ISSSTE. En 2019, cuando los seguros fueron cancelados, el presupuesto del ISSSTE solo aumentó 2,5 por ciento.

Así mismo, los médicos privados deben ser fiscalizados con mucho más rigor. El Servicio de Administración Tributaria (SAT) estima que los médicos privados evaden alrededor del 30 por ciento de sus pagos de ISR. Algunos médicos usan pagos en efectivo para evadir impuestos. La profesión médica debe de dejar de ser un paraíso fiscal, pues esos recursos son necesarios para equipar mejor el sistema de salud pública.

El sistema de salud público europeo se construyó en buena medida como reacción a la pandemia de fiebre española. El coronavirus debe ser para México el mismo motor.

Creamos un país que no esta listo para atender a la población y ha vivido de simular que sí lo hace. Hay que aumentar la recaudación para dar mejor servicio de salud pública y cobrar mayores impuestos a los servicios privados. Esta pandemia es un llamado de atención que no podemos dejar pasar: el gasto en salud debe duplicarse en México.