La tenebrosa y embrujada casa de “Los Narcosatánicos”

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*A las 12 de la noche, todas las noches, los perros vagabundos acuden a ella, suben a la azotea y empiezan aullar como si fueran lobos.

Alejandro Mares Berrones

 

Enclavada en el corazón de la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, se encuentra una residencia tenebrosa, embrujada, vandalizada, terrorífica, todo mundo la conoce como: “La Casa de los Narcosatánicos”.
Tiene décadas que está abandonada, pues allí habitó la banda criminal encabezada por Adolfo de Jesús Constanzo, “El Padrino”, desde su captura, a finales de mayo de 1989.
Fue en esa fecha, que en la delegación Cuauhtémoc, en un departamento ubicado en las calles del Ángel de la Independencia y del Paseo de la Reforma, “Los Narcosatánicos” se enfrentaron a tiros con las autoridades, siendo capturados Sara Aldrete “La Madrina o La Sacerdotisa”.
Con ellos también cayeron; Omar Francisco Orea Ochoa, quien falleció el 11 de febrero de 1990 por SIDA en prisión; Martín Quintana Rodríguez, Álvaro de León Valdez, “El Duby”, quien le pegó un tiro a Constanzo, porque este le ordenó que le disparara, ya que le dijo que regresaría del mismo infierno y se ha escrito, que Ovidio Hernández y Malio Fabio Ponce Torres, miembros de esta organización criminal, siguen prófugos hasta la fecha.
La banda criminal de “Los Narcosatánicos”, empezó a operar en Matamoros, desde finales de 1980, casi todos eran jóvenes de familias ricas, algunos de ellos estudiantes de Southmost College de Brownsville, Texas, aparentemente sin necesidad de meterse a actividades ilícitas, como el narcotráfico, el cual combinaban con sus actividades satánicas.
Se involucraron con Constanzo “El Padrino”, un cubano hechicero-brujo del Palo Mayombe y Vudú, iniciándolos a todos ellos en ritos satánicos, donde llegaron a consumir sangre y carne humana en caldo, como si fuera menudo o pozole, para hacerse invisibles e invencibles, según ellos con esos sacrificios de personas obtenían poderes sobrenaturales de Satanás y de todos sus demonios.
Fueron decenas de sacrificios humanos que esta banda realizó, al menos durante una década, de 1979 a 1989, tan solo en el Rancho Santa Elena, propiedad de Elio y Ovidio, donde tenían su panteón clandestino y donde realizaban los rituales satánicos, las autoridades desenterraron a más de 20 de sus víctimas, todos mutilados, a todos ellos les faltaban algunas de sus partes, esta banda criminal se los había comido en caldo.
Quienes desenterraron a las víctimas fueron Serafín Hernández García y Sergio Martínez Salinas, sobrino y chofer respectivamente de Elio y Ovidio Hernández, todos ellos parte de la banda de Constanzo y los dueños del jacal del Rancho Santa Elena donde se realizaron los sacrificios, descuartizando cuerpos.
Serafín y Sergio, se dicen inocentes desde la prisión donde se encuentran, aseguran que fueron las torturas que les practicó el personal de la entonces Judicial Federal, a cargo del temible comandante Juan Benítez Ayala y la relación de parentesco y de trabajo con Elio y con Ovidio, la que los llevó a la cárcel donde purgan una condena de más de 60 años cada uno.
“Los Narcosatánicos”, fueron descubiertos porque cometieron el error de secuestrar a un Spring Break, al estudiante norteamericano de 21 años, Mark Kilroy, sobrino de un alto funcionario de los Estados Unidos y fue por eso que como siempre, el gobierno de México actúo contra esta banda criminal que operaba impunemente en la frontera.
Otro de los miembros de esta banda, fue David Serna Martínez, pero Constanzo “El Padrino” a quien supuestamente le ordenó que secuestrara a Kilroy, fue a Serafín.
El 13 de marzo de 1988, Kilroy fue secuestrado y hasta la fecha no se sabe quien de “Los Narcosatánicos” fue el que lo secuestró, en aquella fecha, cuando Serafín y Sergio desenterraron a las víctimas, se dijo que había sido Serafín, pero en la apelación les tumbó ese delito de secuestro, reduciendo su condena 17 años, de 69 de los que había sido sentenciado.
Al estudiante norteamericano, primero lo torturaron en el Rancho Santa Elena y para asesinarlo le dieron un machetazo en la parte trasera del cuello, le quitaron el cerebro, lo hirvieron en una olla, crearon una pócima, la que toda la banda ingirió para obtener poderes sobrenaturales.
Luego insertaron un cable en la columna vertebral de Kirloy y con sus huesos hicieron un collar que usaban en sus rituales, le amputaron las piernas y el resto del cuerpo lo sepultaron en ese maldito rancho.
Estos son los antecedentes de esta historia macabra, que el solo hecho de escribirlos, sigue dando escalofríos, pero lo peor, es que esto marcó a Matamoros para siempre, acabando con el turismo norteamericano, con las inversiones, con el progreso, a lo que se han sumado otros hechos más recientes, como el secuestro y asesinato de otros norteamericanos.
Volviendo al inicio, la casa de que les hablo, donde vivió esta banda de “Los Narcosatánicos” y que está ubicada en la calle Buganvilias entre 1 y 2 de la colonia Jardín, donde es vecino Jesús “Chuchín” de la Garza, ex alcalde de Matamoros, sigue aterrando a los vecinos de ese lugar, pues permanecen en sus paredes pentagramas y símbolos satánicos e incluso, hace 2 años, se hizo viral un video de una joven quinceañera, que como regalo pidió una cesión de fotografías allí.
Algo tenebroso y diabólico se mueve en esta casa de “Los Narcosatánicos”; ya que, a las doce de la noche, todas las noches, los perros vagabundos acuden allí, suben a la azotea, “como le harán, quien sabe”, dicen los vecinos, y empiezan a aullar.
“Aúllan tan fuerte, que hasta parecen lobos y eso lo hacen todas las noches”.