Contra el sionismo, terrorismo y el militarismo la unión internacional de los pueblos
Por Juan Antonio García Delgado
Israel se jacta de tener el organismo de inteligencia más avanzado del mundo, el Mosad: Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales, cuya función es “cazar nazis fugitivos, frustrar atentados terroristas y establecer operaciones de espionaje a nivel global”. El Mosad cuenta con la tecnología de punta y todos los recursos de espionaje electrónico. Trabaja en estrecha colaboración con la CIA y desarrolló el Software denominado Pegasus, que tienen capacidad para espiar millones de teléfonos, correos electrónicos, mensajes de wasap y todas las plataformas existentes. De hecho, Israel exportó a México esta tecnología que está en manos del gobierno.
La gran pregunta es: hoy está comprobado que el Mosad estuvo plenamente enterado de los ataques que se preparaban en la Franja de Gaza (un territorio que tiene bajo su control), en donde se comprometían miles de cohetes, batallones armados y maquinaria para trincheras… O se enteró y permitió que ocurrieran para justificar la ocupación total del territorio palestino, desviar la atención de los asuntos internos que tenían al primer ministro Benjamín Netayahu contra la pared. Guardó silencio con el fin de contener la movilización de cientos de miles de israelitas contra su reforma que pretende limitar el poder de la Suprema Corte de Justicia para fortalecer al gobierno.
A seis días de los ataques masivos de Hamas, iniciados el 7 de octubre, en los que comandos insurgentes ejecutaron a mil 300 judíos, incluyendo 247 soldados, el primer ministro se jactaba de que ya no había divisiones en Israel, que “el país está más unido y más fuerte que nunca”, que había dejado caer sobre la Franja de gaza más de 6 mil bombas y 2 mil toneladas de explosivos que habían matado a más de 2 mil 200 palestinos y destruido mil 300 edificios con más de 5 mil 500 viviendas en Gaza. Advertía que lo peor para los palestinos estaba por venir y sería “inolvidable para todas las generaciones”. Al otro día dejaron caer un misil sobre un hospital matando a más de 500 personas, principalmente niños, mujeres y heridos.
En diciembre, habían sido masacrados más de 18 mil palestinos, 60 por ciento niños y mujeres, todo el sistema de salud estaba devastado, el sistema de agua potable igual y miles de personas en riesgo por infecciones y falta de alimentos.
Los ataques terroristas que tomaron desprevenidos a miles de judíos el sábado 7 de octubre, fueron permitidos por el gobierno de Netanyahu para desviar la atención ante las protestas internas y justificar el desplazamiento de más palestinos. De la misma manera que el 15 de febrero de 1898 agentes norteamericanos hicieron explotar el buque Maine, para justificar la invasión de Cuba, aunque ello costara la muerte de 266 marines; tal como el gobierno de Franklin Delano Roosevelt dejó que ocurriera el ataque japonés a Pearl Harbor del 7 de diciembre de 1941 lo que provocó la muerte de 2 mil 400 soldados, marines y civiles norteamericanos, con tal de justificar el armamentismo que lo ayudó a salir de la Gran Depresión a E.U e ingresar a la Guerra para consolidarse como primera potencia mundial. De la misma manera, el 11 de septiembre de 2001 el gobierno norteamericano permitió los ataques terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva York que ocasionó 2 mil 996 ciudadanos norteamericanos muertos y 6 mil heridos, con lo cual “legitimó” la invasión a Irak para apoderarse de sus reservas petroleras.
Hay que recordar que las confrontaciones en Medio Oriente comenzaron desde 1948 cuando la ONU y Estados Unidos decidieron crear el estado de Israel en un territorio que ya tenía propietarios y sin pedirles permiso. A partir de entonces, y especial a partir de la guerra de los seis días en 1967, Israel fue creciendo a costa de territorio arrebatado por la fuerza militar a sus vecinos, como el caso de la Franja de Gaza, Cisjordania, Palestina y los Altos del Golán.
Para Israel estas son las tierras prometidas desde tiempos de la Biblia, pues los judíos son “el pueblo elegido” por un dios que les da derecho a matar a hombres y mujeres, “menos a las jóvenes vírgenes” que eran para diversión de los patriarcas (leer Antiguo Testamento). Los judíos, que adaptaron los relatos bíblicos a su interés, no admiten el Nuevo Testamento y consideran a Jesucristo un impostor por lo que siguen esperando la llegada del “verdadero Mesías” que, desde luego, va a seguir favoreciéndolos como el pueblo elegido, que añora los buenos tiempos del rey David, pese a que hoy día Israel es infinitamente más poderoso que hace 3 mil años.
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Hoy el sistema imperialista conformado durante el siglo XX está entrando en una escalada crítica que tiende a colapsarlo, para ocupar su lugar a las naciones capitalistas emergentes del siglo XXI, encabezadas por Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica (BRICS) y sus numerosos aliados. Las guerras imperialistas del siglo XX contuvieron el crecimiento de las potencias emergentes de entonces (Turquía, Alemania, Japón e Italia). Estados Unidos y sus aliados decidieron armarse hasta los dientes y llevar al mundo a la matanza en nombre de la libertad y la democracia; es decir en defensa de los monopolios dominantes.
Es el mismo crimen contra la humanidad que pretenden aplicar ahora al atizar las guerras en Ucrania y en Medio Oriente. Los BRICS y sus aliados se han constituido en la alianza económica más dinámica del mundo en la Ruta de la Seda, incorporando a las principales potencias petroleras y gaseras (China Rusia, Irán, Venezuela, Irak, Arabia Saudita y las otras monarquías árabes).
Washington insiste en arrastrar al mundo a una conflagración mundial que detenga el crecimiento de China y de Rusia. Provoca todos los días impulsando el separatismo en Taiwán y en el Tíbet y, con sus terroristas “islámicos” en la provincia musulmana de Sinkiang; por eso han comprometido a Japón al militarismo, reforzando sus alianzas militares con Corea del Sur, Filipinas y Australia. Por eso permitieron y alentaron la provocación del infiltrado grupo terrorista Hamás en su ataque a Israel, pues les urge comprometer a Irán con tal de dividir la alianza económica y estratégica que han tejido China y Rusia en la región, en donde hasta los petroleros árabes se han hartado de Washington y se han vinculado a los BRICS. El propio Israel había establecido fuertes compromisos con Rusia, y eso había que detenerlo.
Estados Unidos pasa por un déficit histórico que ha puesto en riesgo el enorme presupuesto público y las gigantescas inversiones en el complejo industrial militar; acumula déficits anuales y una deuda total de 96 millones de millones (billones) de dólares, la más alta de la historia, con tres únicas posibles salidas: 1) aumentar los impuestos, 2) disminuir los egresos y 3) incrementar el endeudamiento público (fortaleciendo a China por este medio, pues la nación asiática posee la mayor parte de la deuda y de los bonos del Tesoro norteamericano).
Ante esta realidad hay un perverso as bajo la manga imperialista: iniciar una guerra mundial para contener el crecimiento de los BRICS, intensificar el gasto militar, aumentar exponencialmente el consumo, las destrucciones masivas de bienes y de infraestructura, así como los contratos de reconstrucción de los destruido. No importa al capital que mueran miles o millones de personas, hombres, mujeres y niños, como ya estén muriendo en Palestina, en Siria y en Ucrania. Lo único que les interesa el reactivar artificialmente la economía militarizando al mundo e impulsando guerras.
Por lo pronto todos los países del BRICS han dejado de usar el dólar como moneda de cambio en sus operaciones internacionales, han sustituido sus reservas de dólares por oro acumulando como nunca este metal precioso y están en condiciones –si esa fuera su intención– de hundir a la economía estadounidense. Pero prefieren, por ahora, seguir sus planes de crecimiento, la creación de nuevos mercados y también la modernización de los ejércitos para su defensa como nuevo bloque imperialista.
Conviene, por último, considerar un par de fenómenos adicionales de gran importancia:
La acelerada modernización de las fuerzas productivas, la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, Están introduciendo innovaciones tecnológicas en cada vez más menos tiempo. Con el objetivo de reducir el tiempo de producción de las mercancías y el abaratamiento de las mismas con la finalidad de que los capitalistas puedan sobrevivir a la competencia en el caótico mercado mundial. Una competencia salvaje que les están imponiendo las potencias emergentes que pagan salarios más bajos y tienen más abundancia de fuerza de trabajo que Estados Unidos y los europeos. Más tarda introducirse una nueva maquinaria cuando ya apareció otra (como ocurre con nuestra computadora o nuestro teléfono celular), sin que la primera haya terminado de trasladar su costo de producción en las mercancías, lo que ha creado una tendencia a la baja en la tasa de ganancia.
Esta locura está propiciando la emigración de millones de personas hacia los países imperialistas que sólo están dejando pasar a los más capaces, a los que sobreviven a las travesías por mar, por selvas, muros y desiertos. Los que pasan, terminan acumulándose en las calles de Nueva York, Londres, Berlín y París, en calidad de fuerza de trabajo disponible y barata como ejército industrial de reserva. Dispuesto a aceptar los salarios que les ofrezcan, bajando, así, los salarios que los obreros norteamericanos y europeos conquistaron con grandes rebeliones y huelgas desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Más horas de trabajo con menos salario, más años para alcanzar la jubilación; menos prestaciones, más pobres en las calles, y nuevas rebeliones es lo que comenzamos a observar en estos países de capitalismo decadente.
El pueblo de Israel, como otros pueblos del mundo, sabe lo que son las persecuciones y las masacres, por lo que debe comprender que, si quiere vivir en paz, debe comenzar por derrocar a sus gobernantes neofascistas y por respetar a sus vecinos; que no puede hacer a los palestinos lo que los alemanes les hicieron a ellos. Los palestinos, por su parte, han de comprender que son los pueblos los que hacen la historia y no los encapuchados, armados o desarmados, pues históricamente éstos son fácilmente manipulables por el gran capital.
Parece, que –como se previó genialmente en el Manifiesto Comunista del siglo XIX – el único futuro posible para los pueblos del mundo, está en la construcción de un poder social que tiende a nacer desde las entrañas del capitalismo en descomposición, en la medida que la apropiación de la riqueza es cada vez más privada y producción es cada vez más social. Parece que, como lo previó Marx, la clase obrera europea y norteamericana tendrán un papel decisivo en la destrucción del monstruo imperialista antes de que destruya a la humanidad y acaben con las condiciones de existencia en el planeta.