CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La simulación del régimen hegemónico resistió hasta los años noventa, cuando debió ceder espacios a los partidos de oposición al PRI, que hasta entonces, como partido único, daba cabida a distintas corrientes. La apertura en realidad fue una migración que terminaría configurando el mismo modelo hegemónico, ampliado y con diversidad de siglas, de lo que suele llamarse izquierda y derecha. El modelo, superado hasta cierto punto, ahora se amplía en la vía “independiente”.
Lo resultante es que, en la aparente multiplicación de opciones, se mantiene el poder en el mismo puñado de familias y grupos con ejemplos locales muy claros y vigentes: los Yunes de Veracruz o los Joaquín de Quintana Roo, por ejemplo.
El caso más reciente es el de Margarita Zavala Gómez del Campo, exprimera dama, cuya renuncia al PAN le dio resonancia a su aspiración presidencial abrazando la impostura de una ciudadana que se aleja –si bien forzada por las circunstancias– de los intereses partidistas, tan repudiados por la constante corrupción e impunidad.
Ya desde 2014, antes de que el peñanietismo sufriera el temprano desplome de popularidad por su violencia y corrupción, había indicios: el protagonismo del entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, lo perfilaba como aspirante presidencial por el PRI, mientras que, a dos años de haber dejado la residencia oficial de Los Pinos, el matrimonio Calderón-Zavala se planteaba regresar, con Margarita como candidata del PAN.
Conocida, aunque no demasiado socializada, la relación Videgaray-Zavala es literalmente de familia política: el influyente canciller peñanietista está casado con Virginia Gómez del Campo, prima de Margarita. No pudo Videgaray construir su candidatura y Margarita no pudo postularse por el PAN.
Como sea, los clanes del poder en México se relacionan al estilo feudal, y hasta ahora el caso paradigmático es el del llamado Grupo Atlacomulco, la formación de políticos-empresarios mexiquenses que con Peña Nieto alcanzaron la Presidencia de la República después de ocho décadas de permanecer activos en secretarías de Estado y gubernaturas, y su base, el Estado de México, acaba de concretar otros seis años con el primo del mandatario federal, Alfredo del Mazo.
Pero también lo es la red familiar Calderón Hinojosa-Zavala Gómez del Campo que alcanzó su esplendor en el sexenio de Felipe Calderón y pudo perpetuarse en el de Peña Nieto, por ejemplo, con las senadoras Mariana, sobrina de Margarita (cuyos hermanos siguen en la nómina federal), y Luisa María, la hermana del expresidente. Si extendemos el mapa de relaciones a los primos Gurza, Martínez, Hinojosa, y de todos ellos al sector financiero, la red crece.
Cuestión de linajes que, en el reparto de poder, alcanzan la conciliación histórica: Margarita tuvo por tíos a los potosinos Ignacio Gómez del Campo y Salvador Nava; su madre, Mercedes Gómez del Campo, fue consejera nacional del PAN en los años sesenta, mientras que su recién fallecido padre fue diputado y magistrado en los años noventa, cuando fue compañero de bancada de Felipe Calderón, hijo de Luis Calderón, discípulo de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN.
Fundador del PAN también fue Daniel Kuri Breña, hermano de José –abogado de Bancomer y artista plástico–, el abuelo de José Antonio Meade –el amigo de Videgaray, crema y nata itamita como Ríos Piter, el otro “independiente”–, aspirante presidencial que, como pocos en la historia política del país, ha ocupado cinco secretarías de Estado (dos con Calderón, tres con Peña Nieto) y es hijo de Dionisio Meade, un influyente consejero de políticos priístas desde la época de Luis Echeverría hasta el sexenio de Vicente Fox, cuando fue subsecretario.
Incontrovertible es el hecho de que, en un país de 120 millones de habitantes, las posibilidades se limiten a los mismos apellidos de siempre, en sus relevos generacionales y modelos renovados de simulación democrática. Por la llamada izquierda no hay mucho que explicar: dos candidatos presidenciales desde 1988.