La historia oficial de los gobiernos liberales que han mantenido un capitalismo atrasado, dependiente, endeudado, autoritario y corrupto, en particular desde el juarismo hasta la actualidad, nos han creado la sensación de que la invasión imperialista norteamericana de 1847 se redujo a la defensa heroica de una docena de “niños héroes” en el Castillo de Chapultepec, ocultando o minimizando todas las implicaciones que ese trágico suceso acarreó para todo el futuro de México, al grado que la presidenta sigue haciendo todo lo que ordenan desde Washington.
Para comenzar ni siquiera habla de una invasión imperialista -como lo hace la referirse a la ocupación francesa- sino de “la guerra de intervención”, pues los libros de historia para la educación básica están hechos para darle gusto a los vecinos del Norte, que tras ese suceso terminaron apropiándose de la mitad del territorio nacional. Se oculta que en realidad fueron cerca de un centenar de cadetes, los que enfrentaron a bayoneta calada al ejército invasor en las puertas del castillo de Chapultepec perdiendo la vida muchos de ellos y otros quedando gravemente heridos, en lo que constituyó la última batalla contra el ejército invasor tras dos años de guerra.
Lo que no dicen nuestros escritores oficialistas es que fueron los soldados norteamericanos los que quitaron la bandera del asta para colocar ahí su bandera de las barras y las estrellas y que lo mismo hicieron al avanzar hacia el Palacio Nacional, en cuyo zócalo también colocaron su bandera y grandes cruces de madera, al igual que en la Alameda central, en donde amarraron a muchos mexicanos y los golpearon a latigazos por atreverse a atacar o sabotear a la invasión, esos látigos con los que aún golpeaban a los esclavos negros en su país. Se oculta que en realidad la bandera norteamericana también ondeaba en las ciudades mexicanas desde Santa Ana, San Antonio, El paso, San Diego y San Francisco, California, y todas aquellas que actualmente han sido invadidas por pacíficos trabajadores migrantes. Esas banderas permanecieron en territorio nacional durante nueve meses, hasta el 12 de junio de 1848.
Tampoco nos mencionan que los miles de mexicanos que perdieron la vida en defensa de la patria no recibieron un sepulcro para ellos de honor, sino que fueron enterrados en zanjas comunes en los llanos de Churubusco y en las barrancas de San Ángel, Padierna y Molino del Rey, mientras que los soldados norteamericanos fueron sepultados por honores de su gobierno en el Panteón Americano, propiedad de Estados Unidos, que se construyó en la calle de Tacuba, en la ciudad de México.
Al final Washington impuso a México, lo que denominó Tratado de paz, amistad, límites y arreglo definitivo entre los Estados Unidos de México y los Estados Unidos de América, que obligó a México a cederles el territorio que abarca los estados de Texas, California, Nevada, Nuevo México, Utah, así como parte de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma, además obligó a México a renunciar definitivamente a Texas, que nos habían arrebatado en la guerra de 1836, que también iniciaron ellos con innumerables provocaciones. A cambio de esos dos millones de kilómetros cuadrados, los gringos “pagaron” 30 millones de pesos, de los cuales se tomaron el cuidado de descontar 15 millones por los gastos daños que sufrieron sus ciudadanos por la guerra.
Pero el 13 de septiembre de 1847 en el Castillo de Chapultepec, se inmolaron decenas de jovencitos en una acción desesperada y patriótica por detener a los invasores norteamericanos que asaltaban la fortaleza luego de que los principales ejércitos mexicanos se habían batido en los llanos de Churubusco y en las barrancas de Padierna y Molino del Rey, en donde, una y otra vez, el traidor presidente y general Santa Anna había maniobrado para facilitar las cosas a los invasores.
Cuando entraron al Valle de México, movió unidades del ejército de Churubusco al Peñón de la salida a Puebla, donde no había nada que defender pues los gringos entraron por Chalco rumbo a Xochimilco y Tlalpan. El 17 de agosto, en las barrancas de Padierna, Santa Anna retiró al general Francisco Pérez que, junto al General Gabriel Valencia tenía rodeados a los norteamericanos, dejando sólo al segundo que fue acribillado por los enemigos de México, pues el soberbio Santa Anna no podía permitir que otro general como Valencia se llegará las glorias del triunfo.
Entre el 20 y el 24 de agosto, en la batalla de Churubusco, el general Pedro María Anaya se batía con su gente y recibía de Santa Anna municiones que no correspondían a las armas; luego una explosión en las reservas de pólvora lo obligaron a rendirse, con la conocida aclaración, “si tuviéramos parque, no estuvieran ustedes aquí”. Al término de este combate fueron apresados y colgados en el bosque de Chapultepec sesenta integrantes del batallón de San Patricio del heroico pueblo de Irlanda. Los irlandese que lo conformaban llegaron con los invasores, pero al ver que los mexicanos eran pobres y eran católicos como ellos, y que eran aplastados por una potencia imperialista y protestante, como lo eran ellos por los británicos, decidieron pasarse del lado de los mexicanos.
Aquel 13 de septiembre se registró la batalla decisiva en el Castillo de Chapultepec defendido por el viejo insurgente Nicolás Bravo y por los cadetes del Heroico Colegio Militar, los invasores quitaron la bandera mexicana del asta y avanzaron hacia el Palacio Nacional. El 16 de septiembre, a 37 años del inicio de la Guerra de Independencia y cuando Santa Anna ya hacía renunciado a la resistencia, miles de pobladores y soldados salieron a combatirlos a pedradas y con lo que tuvieran a la mano.
El ejército invasor había colocado su bandera, no sólo en Chapultepec, como nos lo quieren hacer creer los mentirosos libros de historia escolar, sino en todas las ciudades ocupadas, desde San Francisco y San Diego, Santa Bárbara, Monterrey, Veracruz, Tampico en Chapultepec, y permaneció ahí nueve meses, hasta el 12 de junio de 1848. En septiembre del 46, los invasores habían ocupado la ciudad de Monterrey tras tenaz defensa del ejército nacional y de la población civil que se unió a formar barricadas y apoyar a los militares. Al final de la heroica defensa que dirigió el general Pedro Ampudia, los soldados gringos hicieron matanza de civiles, saquearon la ciudad y violaron mujeres. Todo fue admitido por Taylor, pero nunca sancionó a los culpables.
Durante la resistencia a la invasión, se registraron innumerables traiciones del general presidente Antonio López de Santa Anna, quien dio muestras de torpeza infinita. Durante la batalla de Angostura (entre Coahuila y San Luis Potosí) las tropas mexicanas que doblaban a los 7 mil invasores, arremetieron contra ellos al mando de Zachary Taylor. Tras dos días de fieros combates, y cuando se habían roto las líneas enemigas y el ejército mexicanos dominaba el campo de batalla, sin embargo, Santa Anna ordenó la retirada causando el júbilo norteamericano y un mayor sufrimiento a los soldados mexicanos que murieron más durante el regreso en el invierno helado y la falta de alimentos, que si hubieran combatido hasta el final con muchas posibilidades de victoria. Era el 22 de febrero de 1847.
A 178 años de aquel suceso trágico, México sigue siendo un país dependiente, endeudado y sometido a las órdenes de Washington. Si Trump dice quiero 10 mil guardias en mi frontera, Claudia obedece; si exige: aplica el programa “Quédate en México”, también obedece; si exige aplicar aranceles a todas las mercancías provenientes de China, vuelve a obedecer. Si la Casa Blanca exige quiero a los narcotraficantes más poderosos para quedarme con los 500 mil millones que manejan, nuestro gobierno cede. Y si Washington impone aranceles a México en automóviles, aluminio y todas las mercancías que no entran en el TLC, Claudia cede alegremente y presume que ha salido triunfante, aunque eso ya provocó el cierre de Nissan en Cuernavaca y el despido de 5 mil obreros en Volkswagen de Puebla. ¿Quién está gobernando en México en tiempos de tanto “respeto a nuestra soberanía”; que dirían los mexicanos que murieron defendiendo a México en 1847?
* Versión ampliada en: Historia del pueblo de México, de la fundación a la anexión.