Por: Jorge A. Pérez González www.optimusinformativo.com
QUE TRISTEZA
El anhelo de todo país es vivir en paz, esa percepción se pierde, cuando vemos el trabajo efectivo que se hace para hundir poco a poco a nuestra patria.
La esperanza es el sueño que todos tenemos de salir adelante, de elevar nuestro nivel de vida y de escalar el camino al éxito.
¿Pero que es el éxito? ¿Vivir mejor o vivir felices?
Hoy parece que muchos no entienden la oportunidad que tienen y que otros no saben para que les sirvió el triunfo, prefieren seguir viviendo con las características que marcaron su destino y no se atreven a vislumbrar el verdadero cambio que significa aceptar la democracia en el sentido estrictamente etimológico de la palabra.
Ver a los Diputados y Senadores Federales enfrascados en diferendos ideológicos, solo muestra la ambicion desmedida por el poder, olvidando lo esencial, que es la patria, prefieren en sus alocuciones, hundir a México para únicamente tener la satisfacción de poder decir al mundo que los pobres se equivocaron y que la democracia es buena, cuando son los pudientes son los que la implementan.
Los representantes de la iniciativa privada seguramente se lamentan de que todavía no se haya caído a pedazos la economía en el país, pero siguen sin entender que el acuerdo de incremento de los salarios mínimos, no fue una decisión unilateral del gobierno de México, sino
una exigencia de los socios comerciales, Canadá y USA, para poder intentar firmar el nuevo acuerdo comercial, que por cierto no se ha firmado.
Canadá cayó en recesión, mientras México según los agoreros del desastre va en ese camino y siguen empujando fuerte para que eso suceda.
Los enemigos de la democracia, hoy juegan un papel importante en las redes sociales, esas que son benditas cuando son espontáneas, pero que se convierten en malditas cuando se dejan manosear.
Desde ahí, desde esas plataformas se ha ido cambiando poco a poco la manera de pensar de una sociedad que antes pensaba diferente, no hace falta irse muchos años atrás, solo que ahora se opta por la memoria selectiva.
Los ejemplos son muchos, pero basta recordar La Bestia, ese tren que atraviesa todo México desde Chiapas a Tamaulipas, para recordar como pensábamos hace menos de 10 años y como la bonhomía de los mexicanos acercaba a su paso los alimentos necesarios para alimentar a los migrantes que viajaban en su lomo.
Hoy gracias a las malditas redes sociales, esas que manipuladas lograron cambiar los sentimientos de los mexicanos, todos los migrantes son despreciados, independientemente de las razones de su éxodo.
Esas malditas redes sociales, hoy hacen cambiar a las personas más sensibles, religiosas y comprometidas, para permitirse externar ideas absurdas que nunca antes se podrían esperar de gente buena.
Desde el Whatsapp se siembra el odio, cualquier odio es incomprensible, pero se siembra con tanto afán, que ahora es difícil entender cuando recibes una foto de un mal vestido que ronda la vivienda, con la sentencia contundente, ¡“Este hondureño anda viendo donde roba”!
Es tanto el odio acumulado, que quien lo recibe, no puede ni siquiera preguntarse como supo el remitente que el de la foto era hondureño.
Otra de antología, esta es de Monterrey, “Video que muestra como un centroamericano despoja de su reloj Rolex a un motociclista en Cosco de San Pedro Garza García, N.L. ¡Esto ya es insoportable!
La visión de los usuarios no les permite dilucidar que en ninguna parte del video se le ve el acta de nacimiento como para poder saber que es centroamericano, pero su obnubilación tampoco le da tiempo como para buscar en YouTube el video original, colocando solo las palabras claves: Cosco, Motociclista, Robo, Reloj.
Si lo hubieran hecho, sabrían que fue en Puebla, que era mexicano el asaltante y que la cámara de seguridad permitió ubicarlo y detenerlo.
Con estas campañas he visto como muchos borran de su FaceBook los apoyos que decidieron llevar a los migrantes asentados en las cercanías del puente nuevo, mi análisis me hace ver que ahora lo ocultan, pues son más las críticas que los halagos por tan sencilla forma de aportar un poco a los que más lo necesitan. Hoy es más común que se avergüencen por las buenas obras que por las malas acciones.
Si alguien no quiere ayudar, bueno sería que tampoco impida que otros, que si lo quieren hacer, lo hagan. Pero sobre todo que no promuevan por redes sociales las mentiras que les llegan.
Ayer pregunté, porque me gusta preguntar; ¿Cuantos centroamericanos han sido detenidos en Matamoros por cometer un ilícito en los últimos 6 meses? y la respuesta fue: Ninguno. QUE TRISTEZA.
Jorge Alberto Pérez González