¿Qué le pasa a Lupita?

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Por Oscar Díaz Salazar

 

Conforme se acerca el tiempo de las definiciones de candidatos a cargos de elección popular, de las precampañas, las ante campañas, las campañas y los actos anticipados de campaña, todo eso que en la jerga amorosa serían “los preliminares” a las elecciones, se multiplican las acciones de los vivales que lucran en esta temporada, solicitando «recursos», «apoyos», «contribuciones», «colaboraciones», «aportaciones» e «inversiones al proyecto», prácticas que en la versión popular se conocen como el «pase de charola».
Ocurre con frecuencia que esos personajes habilitados como recaudadores por los aspirantes, o que por decisión propia se ocupan del pase de charola, no reportan ni entregan las aportaciones que realizan los simpatizantes del «proyecto», o si lo hacen, el monto del dinero llega aligerado por el pellizco que le da el sujeto del comité de financiamiento, al fajo que generosamente le enviaron los simpatizantes.
Luego de describirles en forma genérica lo que sucede en los comités de financiamiento, paso a mencionarles un ejemplo, con el ánimo de ser didáctico y que lo entiendan con bolitas y palitos.
Sucede que en estos días ha estado operando muy activamente un individuo de apellido Sotelo, que ha estado pasando la charola a todo el que se deje. Lo hace a nombre del pre candidato presidencial Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores del gobierno federal. El recaudador, que trabaja con la senadora Lupita Covarrubias, es tan eficiente -o tan voraz- que se atrevió a solicitar aportaciones al proyecto del candidato de morena, a un presidente municipal del sur del Estado… emanado del PAN.
Lo curioso es que no es la primera vez que un chalan de la senadora Covarrubias se ve envuelto en un asunto de dineros para la campaña que se quedan en el camino. Sucedió algo similar en la campaña de Américo Villarreal, con un fondo que le juntaron empresarios de Nuevo León, que solicitó, recibió y no entregó completo, o sea «rasuró», un individuo de apellido Mederos, que había fungido como tesorero del partido, y que fue también recomendado como pasador de charola por la senadora Covarrubias. En las indagaciones de los díez kilos perdidos, aparecieron cuatro, entregados al junior del candidato, y en los otros seis restantes sucedió lo que nos decía Lupe el de Bronco, en una de sus canciones: «que no quede huella, que no, que no. Que no quede huella».
Por esas maniobras financieras, la senadora tamaulipeca prescindió de los servicios del tal Mederos, quien quizás con un préstamo de esos que se brindan a los pequeños empresarios, logró abrir un lujoso restaurante en la colonia Roma de CDMX, luego de tres meses de vivir en el desempleo.
Regresando a la época actual, con el caso de Sotelo, les platico que el asunto ya llegó al escritorio del Canciller, y que recibió el expediente completo de manos de su Jefe de Ayudantes, Pablo Trigueros.
Con el ánimo de ver lo bueno de esta historia, me atrevo a sugerir que contraten a la senadora Lupita, al concluir la legislatura, como capacitadora y reclutadora del SAT, viendo lo bueno (voraces) que le han salido sus recaudadores.