#SOSPRENSA, gritan los periodistas en CDMX

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Impunidad, incertidumbre, movimiento restringido, cálculo de riesgo. Son términos que emplean periodistas mexicanos para referirse a su trabajo, conceptos que poco o nada tienen que ver -o deberían tener que ver- con el oficio de contar lo que pasa. Y sin embargo lo tienen. ¿Cómo se ejerce el periodismo en México? ¿Cómo conviven la letra y el plomo, la urgencia de explicar la realidad y el peligro de hacerlo? EL PAÍS ha consultado a los responsables de cinco medios de diferentes regiones para que cuenten cómo funciona su día a día.
Este lunes, las autoridades informaban de la ubicación de los restos del séptimo periodista asesinado en lo que va de año. Los restos, porque lo que hallaron fueron huesos calcinados, carne prieta. Salvador Adame había desaparecido a finales de mayo. Vivía en un pueblo del Estado de Michoacán, dirigía un canal de televisión. El lunes, el fiscal explicaba que un bandido local habría ordenado su secuestro, y luego su asesinato. Aunque dijo que aquello podría deberse a cuestiones de «tipo personal», su muerte recuerda que la violencia homicida está fuera de control en México . Y que son los periodistas los primeros en caer.
Juan Angulo, director de El Sur, en Acapulco, desde hace 24 años. «Antes de 2005 estaban muy claros los enemigos de la prensa independiente en Guerrero: el Gobierno, el Ejército y los caciques. En Guerrero siempre ha habido violencia, pero antes nuestros reporteros circulaban por todo el estado y ahora no».
Antes, dice Juan, sabias quien te podía atacar y dónde podía hacerlo, pero ahora…
«Las cosas comenzaron a cambiar. Ya no tenemos libertad de tránsito, ya no podemos ir a cualquier lado. Hay zonas controlados por el crimen organizado, que a veces se llaman policías comunitarias. Hay una [policía comunitaria] legítima y otra que ya ha sido infiltrada por el crimen. Ya no está clara la diferencia entre la autoridad y los criminales. Cualquier cosa nos puede pasar».
«Igual, la principal limitación del ejercicio del periodismo en Guerrero son los convenios de publicidad del Gobierno. Si un medio es crítico, no le dan publicidad: la usan como premio. Si un medio es abierto a las posiciones del poder, le dan toda la publicidad aunque no tenga lectores. Es una cosa de siempre, de todos los partidos».
Rocio Gallegos, directora del Diario de Juárez desde hace cuatro años. 23 años de experiencia en la frontera. «El gran problema que tenemos es la impunidad. Si somos agredidos, no hay certeza de que eso se sancione. O incluso que sepamos por qué [somos agredidos]. Vivimos en una incertidumbre, no sabemos si nuestro trabajo molesta al Gobierno, al narco… Las fronteras de México siempre fueron distintas, pero el silencio se está extendiendo. Y es complicado tener acceso a la información y poder investigar y a la vez tener que estar cuidándonos. La carga es muy grande».
«Hay zonas a las que depende del tema decimos si vamos o no vamos», dice Rocío. O hay temas que depende de la zona, deciden si van o no. «Este fin de semana, por ejemplo, estaban incomunicados en el Valle de Juárez. Llovió mucho y se desbordó un canal y dos municipios se quedaron incomunicados. Teníamos que ir a cubrir, así que aparte del obstáculo físico para desplazarnos, tuvimos que contactar con gente de allá para saber si había de la otra gente cuidando la zona, retenes. «
Adrián López, director del diario Noroeste, de Sinaloa, desde hace cinco años. «El problema es que tienes que calcular permanentemente el riesgo. Siempre tienes que tener cuidado de donde estás parado. El mayor riesgo no es por los enfrentamientos. En Sinaloa decimos que todo es publicable, el asunto es cómo».
«El asesinato se ha convertido en una manera de solucionar conflictos en México. Y preocupa que las fiscalías salgan a descartar de inmediato que el móvil pudiera ser el trabajo periodístico: como fue personal, se lo merece. Ese es el fondo. Y no se lo merece. Si esa persona estaba metida en algo, el estado debía haber hecho su trabajo, detenerlo y fuera. Y si en el caso de Adame, la procu [fiscalía] dice que lo de Adame fue personal, que lo demuestren, que lo demuestren. Porque si no queda la criminalización.»
«Nunca hemos sido un periódico donde el narco dirima sus discusiones. No estamos hurgando continuamente en el último dato anecdótico, morboso, o ilustrativo. Pero sí, hemos recibido amenazas, como mi ataque a balazos», dice. Adrián opina que muchos actores ajenos al crimen organizado aprovechan la descomposición para atacar a la prensa. Aquel asalto hace unos años, cuando volvía a casa del aeropuerto, siempre le ha parecido muy sospechoso. «En esta lógica del riesgo permanente, normalmente los adversarios políticos, funcionarios, aquellos para los que el periodismo es incomodo, aprovechan».
Ernesto Aroche, responsable de LadoB, de Puebla, desde hace cinco años. «El poder es la mayor dificultad para hacer nuestro trabajo. El poder político, aunque ahora ya, con el crecimiento del robo del combustible, el poder ya no es solamente el institucional sino el criminal. ¿por qué es un problema? Porque es nuestro objeto de atención y porque buscan la manera de controlar el discurso disidente, a veces con amabilidad, otras con autoritarismo. Pero siempre intentando controlar».
Puebla es la meca de los ladrones de combustible en México. El año pasado, las autoridades detectaron miles de tomas clandestinas, válvulas para sacar decenas de miles de combustible y venderlo en el mercado negro. «Cuando empieza a crecer el robo de combustible, quisimos centrarnos en temas que lo reflejaran sin tener que entrar en la zona. Mirar el problema desde fuera para evitar ponernos en riesgo».
Tulio Moreno, director de La Jornada de Veracruz, desde hace nueve años. «Veracruz es un estado de incertidumbre permanente. No sabes cuándo vas a pisar algún callo, que no sabes ni de quien es, ¿no?. El ambiente es tan difuso que no sabes cual puede ser el trasfondo de lo que estás escribiendo. Además vivimos en un estado de economía de guerra. No hay inversión pública, la depredación del gobierno pasado fue brutal. No se cuanto tiempo tardaremos en recuperarnos».
No hay región más peligrosa para los reporteros que Veracruz. De acuerdo al cálculo de Artículo 19, son 22 asesinatos desde 2000. «De los compañeros que perdieron la vida, algunos los conocía y no había aparentemente amenaza directa… Simplemente sucedía. Se sobreentiende que hay una [amenaza] constante. No se sabe si ahora viene del gobierno o de quién».