A dos meses de la desaparición del submarino argentino ARA San Juan aún no hay pistas sobre su ubicación, lo que ha disparado interrogantes sobre la zona en que se ha desarrollado la inédita operación de búsqueda multinacional, la eficacia de los equipos utilizados y cómo encararía Argentina las tareas de rastreo si cesara la ayuda extranjera.
El operativo para hallar el submarino con 44 tripulantes a bordo llegó a contar con la participación de 18 naciones pero a la fecha Rusia es el único país extranjero que aún colabora en la búsqueda que se desarrolla en un área de 4.000 kilómetros cuadrados.
El temor a que Rusia abandone la búsqueda obedece a que ese país cuenta con modernos aparatos de visualización.
El submarino diésel eléctrico clase TR-1700 de fabricación alemana y en operaciones desde los años 80 desapareció el 15 de noviembre cuando navegaba desde Ushuaia, en el extremo sur de Argentina, hacia su base en Mar del Plata, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, tras participar de un ejercicio de adiestramiento. La Armada ha descartado la supervivencia de los tripulantes y está abocada a la localización de la nave.
Sin embargo, conseguirlo pareciera tan difícil como “tratar de encontrar un cigarrillo de seis centímetros en un cancha de fútbol”, ha ejemplificado a la prensa el portavoz de la Armada, Enrique Balbi.
Balbi dijo a The Associated Press que el gobierno ruso no ha determinado una fecha para finalizar su participación aunque ante la posibilidad de que ello ocurra, la Armada y el Ministerio de Defensa evalúan alternativas para conseguir equipamiento de empresas privadas o estatales que permita proseguir las tareas de localización.
Según el portavoz, la Armada cuenta con buques que pueden hacer barridos de fondo en busca de objetos mediante el uso de ecosondas multihaz, por ejemplo. Sin embargo, aclaró que no se cuenta con tecnología para inspeccionar de manera visual con un sumergible. “El Estado tiene que conseguir el vehículo sumergible de inspección ROV, que llega a bastante profundidad”, indicó.
Estos es justamente lo que Rusia aporta: dos ROV, uno de los cuales está en el buque oceanográfico ruso Yantar y alcanza seis mil metros de profundidad, mientras que el otro, con alcance de mil metros, está en el buque argentino Islas Malvinas, que fue a Ushuaia para realizar tareas logísticas y tiene previsto regresar al área de búsqueda.
El Yantar cuenta además con un sonar de barrido lateral de alta definición que se remolca para barrer el fondo marino.
A través de una carta emitida hace unos días, familiares y amigos de la tripulación solicitaron al presidente ruso Vladimir Putin que los siga apoyando “en esta búsqueda hasta el final”.
Algunos de ellos se congregaron el lunes ante la embajada de Rusia en Buenos Aires para reiterar el pedido. Los congregados portaron banderas argentinas y rusas y estaban a la espera de ser atendidos por miembros de la delegación diplomática.
“Venimos a darle las gracias a Rusia. Pedimos que siga, que no se retire. Tengo esperanza y fe que estén flotando por allí”, dijo a la AP Antonio Niz, padre de Luis Niz, uno de los tripulantes.
Los familiares de los submarinistas han redoblado sus reclamos al gobierno para que no cese la búsqueda del sumergible, así como el operativo de rescate de sus seres queridos, que las autoridades dan por fallecidos.
“No nos dejen solos”, afirmaron decenas de ellos reunidos en los últimos días a la entrada de la base naval de Mar del Plata, apostadero habitual de la nave, mientras portaban grandes banderas argentinas y las fotos de sus allegados.
Marcela Moyano, esposa de Hernán Rodríguez, uno de los tripulantes, reclamó ante periodistas “más esfuerzo en el rastrillaje, más embarcaciones para ampliar la zona de cobertura”.
Varios familiares son querellantes en la causa judicial que busca determinar qué le ocurrió al submarino. La justicia argentina también investiga si se produjeron irregularidades en la reparación de media vida de la nave entre 2008 y 2014.
El gobierno del presidente Mauricio Macri promulgó el lunes la ley aprobada semanas atrás que contempla la creación de la comisión bicameral del Parlamento que investigará la desaparición del sumergible y las acciones desplegadas por el Estado para encontrarlo, así como el desempeño de la cooperación internacional.
La Comisión designará a militares retirados de la Armada para asesorar y podrá acceder a documentación e información secreta relativa a la desaparición del submarino. Deberá elaborar un informe final sobre las posibles causas de la desaparición de la nave y el desempeño de la Armada y de Ministerio de Defensa.
La Armada y expertos atribuyen la falta de éxito de la búsqueda a un talud que se asemeja a una cordillera invertida con cañadones que van de oeste a este en la zona de rastreo. Por sus características, algunos objetos pueden ser detectados y otros quedar ocultos en enormes grietas.
Otros como Alejandro Kalfayan, capitán de marina mercante y especialista en búsqueda de objetos sumergidos, consideran que la búsqueda se realiza en la zona errónea. “Sospecho que no se fue a pique sino que quedó navegando ni a flote ni en el fondo, a la deriva de la corriente. Está la corriente de Malvinas de sur a norte con bastante intensidad. Por eso no lo encuentran”, afirmó a la AP, y agregó que habría que buscar a 100 o 200 millas al noreste de la actual área de rastreo.
Balbi ha confrontado estas opiniones asegurando que la zona fue delimitada por el equipo multinacional de búsqueda con tecnología de primera calidad y en función de las últimas comunicaciones y posición conocida, por lo que no podría equivocarse. Él ha atribuido la dificultad del rescate de la nave principalmente al talud.
El día que desapareció, el comandante del ARA San Juan informó que la nave había sufrido una avería a raíz de la entrada de agua a las baterías a través del snorkel —dispositivo por el cual el sumergible toma aire de la superficie para operar sus motores—, pero que el incidente había sido resuelto. Horas después se registró una explosión cerca de donde se había perdido contacto con la nave.
Los buques rastreadores han empleado sondas dicroicas comunes, ecosondas multihaz y sonares de barrido lateral, pero según Luis Avial, director de la empresa Falcon High Tech América, especializada en trabajos de detección electrónica, las sondas han demostrado que no son útiles en una geografía submarina complicada, por lo que sugirió que sería conveniente emplear magnetómetros y gradiómetros de protones -que son magnetómetros de mayor precisión- en un “rastrillaje sistemático y exhaustivo”.
Avial no cree que la nave se desintegrara porque habrían emergido restos de la misma y combustible a la superficie del mar.
Según Balbi, una de las hipótesis es que el submarino se hundió hasta al fondo, donde sufrió una implosión, lo que determinó que se comprimiera sin desintegrarse.