(Parte II)

Juan Antonio García Delgado

Estados Unidos pasa por una latente crisis estructural que mantiene en vilo su poderosa economía, enfrentando dos grandes desafíos que no parecen tener solución: 1.la competencia impuesta por las potencias emergentes de los BRICS que pagan salarios más bajos y en consecuencia producen con menores costos de producción; 2. La imparable modernización tecnológica intensifica la productividad arrojando más mercancías y cada vez más baratas. El primer fenómeno tiende a llevar a la ruina a empresas estadounidenses, europeas y japonesas que durante un siglo pagaron los salarios más altos del mundo, gracias a su expansión monopólica (mencionemos solamente a las automotrices como el ejemplo más evidente). El segundo hecho es que se está reduciendo la tasa de ganancia del capital que no alcanza a recuperar lo invertido en nuevas tecnologías, cuando ya aparecieron otras más avanzadas que sólo pueden adquirir las empresas más poderosas.

            La competencia está definiendo el movimiento de la economía y la sobreviven únicamente los más fuertes. Es una disputa salvaje, en la que el objetivo es arruinar, de ser posible, a todos los competidores para apoderarse del mercado. Las potencias dominantes del siglo XX siempre exigieron una libre competencia, pero, en realidad, sólo exigen libertad a las naciones atrasadas para que estas flexibilicen sus leyes laborales, fiscales, arancelarias, a fin de que las transnacionales lleguen y se apropien de la economía local. No importa si se trata de débiles empresas nacionales privadas o de poderosas empresas públicas. Por su parte, el capital transnacional no está dispuesto a ceder un ápice en su control monopólico, no aplica la libre competencia sino el proteccionismo.

            En este contexto, ya hemos mencionado la aberración cometida por Donald Trump en Estados Unidos al expulsar a cientos de miles de migrantes que son la fuerza de trabajo barata de empresas de todo tipo y que son quienes han presionado los salarios a la baja, permitiendo que puedan mantenerse frente a la competencia asiática. Desde luego eso significó bajar los salarios de los trabajadores norteamericanos como ocurrió en los últimos diez años. De acuerdo con la oferta y la demanda, ahora se encarecerá el precio de la fuerza de trabajo, lo cual agravará la situación de muchas empresas que han bajado sus ventas.

            En su afán por ganar votos y llegar a la Casa Blanca, Trump prometió “hacer grande a Estados Unidos otra vez”, lo cual es muy significativo. Es un reconocimiento implícito de que ese país está en decadencia. También prometió llevar de regreso a su país las empresas que salieron a otros países para mejorar los ingresos de los obreros norteamericanos. Todo esto va contra la posibilidad de que sus empresas puedan competir contra el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Ninguna de esas empresas está dispuesta a regresar a Estados Unidos por voluntad propia. Por eso impuso aranceles a todos los fabricantes que salieron de ese país. Ahora bien, aun regresando, estaría en desventaja frente a los productores de China, Corea y Japón que ya controlan la mayor parte del mercado mundial.    

Por ahora hay preocupaciones más inmediatas. Como hemos insistido la economía estadounidense acumula una deuda externa por 38 millones de millones (billones) de dólares y sólo tiene tres salidas posibles: 1) aumentar los impuestos, 2) disminuir los egresos y 3) incrementar el endeudamiento público. La primera significa aumentar la inconformidad de los estadounidenses que ya se ven golpeados por la inflación; la segunda, reducir el gasto público en salud, educación y otros servicios públicos. La tercera es la que ha estado aplicando el gobierno y es la que ocasiona que aumente el monto de la duda externa. Significa que el gobierno está gastando mucho más de lo que ingresa y el déficit lo resuelve pidiendo prestado. Pero ese procedimiento no puede ser eterno pues en la práctica ha estado fortaleciendo a China ya que la nación asiática posee la mayor parte de la deuda y de los bonos del Tesoro norteamericano y, si quisiera –si actuara como Trump– podría meter en serios problemas a Washington… y a la economía mundial.

            Relacionemos algunos datos que ya habíamos dado a conocer. Europa vendía sus exportaciones a China y ahora no lo hace, no tiene mercado pues las presiones de EU la obligan a participar en el bloqueo a China. También gozaba de comprar gas barato de Rusia, de repente por órdenes de Trump, tiene que comprar gas más caro de Estados Unidos. Todos los gobiernos europeos se han visto obligados a comprar armas a Washington, han tenido que pagar los aranceles que les impusieron y están totalmente arrodillados a un imperio que podría desmoronarse en cualquier momento.

El dólar pierde la confianza de todos los países, que se han dedicado a comprar bienes más tangibles como el oro y las minas. China y otros países vendían mucho en Estados Unidos, recibían muchos dólares y luego los reciclaban comprando bonos del Tesoro estadounidense. Pero al vender menos debido al alza de aranceles, bajarán la compra de dólares. Las exportaciones de China a Estados Unidos han caído en 30% a 40%; por tanto, puede comprar menos bonos del Tesoro. Aun así, China posee más de 700 mil millones de dólares en papeles de la deuda estadounidense.

Cuando Estados Unidos y Europa confiscaron 30 mil millones de dólares del oro que Rusia había depositado en banco ingleses y estadounidenses, todos los países del mundo se dieron cuenta que su dinero no estará seguro en esos bancos y muchos decidieron emigrar al bloque de los BRICS. En consecuencia, hasta países como Japón, Corea del Sur y las Monarquías árabes –aliados de Estados Unidos– trasladan cada vez más inversiones hacia el bloque emergente, que se hace más dominante.

El caso de Japón es ilustrativo.  Washington prometió suavizar su amenaza de alza arancelaria a “sólo” 15%, pero lo obligó a comprarle 100 aviones a Boeing, le impuso la venta de arroz y otros alimentos por 10 mil millones de dólares, así como 3 mil millones en venta de materiales de guerra. También lo obligó a crear una “reserva estratégica” de medio billón de dólares para invertir en Estados Unidos, en donde tendrá que pagar altos salarios y competir en desventaja con los BRICS.

Mientras tanto, el comercio de China sigue creciendo, incluso entre empresas estadounidenses que necesitan comprarle partes e insumos para reducir sus costos de producción. El cierre de autos eléctricos chinos Bilay Our Dreams dejó 8 mil desempleados… y miles de proveedores y negocios que dependían de la existencia de estas empresas se fueron a la quiebra. Al cancelar china sus compras de productos agrícola de EU debido a la imposición de aranceles, muchos agricultores de Estados Unidos se quedaron con sus bodegas llenas, sobre todo de leche, soya, maíz y almendras.

Una mercancía importada por EU costaba 100 dólares, ahora, por el aumento arancelario, cuesta 125 o 150 dólares, de acuerdo con el aumento arancelario que, desde luego pagan los consumidores estadounidenses. Entonces, eso se traduce en inflación y automáticamente en precios más altos. Todo esto tiende a agravarse en la medida que más países comiencen a comercializar el crudo en monedas distintas al dólar, como rublos, yuanes o rupias, lo cual ya comienza a ocurrir.

           Es por eso que los capitalistas estadounidenses y europeos están tan comprometidos con la política militarista de sus gobernantes, pues empresas como Chrysler, Ford, Chevrolet, etc., además de fabricar autos, también producen tanques de guerra, vehículos blindados de ataque, transporte de tropas y de lanzamisiles. La industria eléctrica y electrónica están comprometidas con la fabricación drones, misiles y otras armas de destrucción masiva; la Boeing que produce aviones de pasajeros, también es la principal fabricante de aeronaves de combate. De la misma manera, las industrial petrolera y química, etc., son proveedores de complejo industrial militar. Además, El presidente Trump está comprometiendo a Japón, Alemania, Inglaterra y a toda Europa a seguir adquiriendo grandes volúmenes de material de guerra para sus reservas y para enviar a Ucrania. De hecho, las potencias occidentales en decadencia, parecen cada vez más dispuestas a llevar al mundo a una guerra escala global con tal de mantener su hegemonía destruyendo una gran cantidad de recursos y ciudades para, después, reactivar las economías artificialmente, trabajando en la reconstrucción de todo lo destruido.

            Desde luego, en este escenario no deseable, los enemigos de la “libertad y la democracia”, o sea, de estados Unidos y Europa, sería los países que encabezan los BRICS, tal como en el siglo XX los enemigos del mundo fueron las naciones que amenazaban los intereses de Estados Unidos, Inglaterra y Francia: el eje Berlín, Roma, Tokio.

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